Oviedo, Javier CUERVO

Manuel Blanco Peñayos (El Entrego, San Martín del Rey Aurelio, 1956), «Manolo Peñayos», «Manolo el de Nuberu», es la guitarra del dúo que más éxito tuvo en la cantautoría folk, al que se deben himnos como «Aida Lafuente», «Los fugaos» o «Dios te llibre de Castiella». Después de 35 años de trayectoria, Manolo Peñayos está en la carrera de «Nuberu» y fuera de ella, con el elepé «Palabras de loco», en castellano y con sus influencias de los años sesenta.

Su vida tuvo desde el inicio inviernos de El Entrego y veranos de Peruyes (Margolles, Cangas de Onís), lo que lo sitúa en la Asturias rural y la minera, entre dos mitologías. Perteneció a las Juventudes Comunistas, trabajó dos años en la mina y, a través de «Camaretá», un grupo cultural de reivindicación asturianista, hizo «Nuberu» con Chus Pedro Suárez y se presentó en Los Maizales, la fiesta de la cultura que el PC celebraba en Gijón.

-¿Recuerda cuánto les pagaron en Los Maizales?

-Allí nadie cobraba más que otro, pagaban por el número de participantes. No íbamos por dinero, pero no sé si fueron 5.000 pesetas. Yo cobraba 9.000 pesetas en la mina por un mes. Al día siguiente fuimos a una concentración clandestina en la Vega de Anzo donde nos dio una charla Tini Areces. Allí lo conocí, junto a Horacio Fernández Inguanzo, «el Paisano», y a Juan Muñiz Zapico, «Juanín». Allí me llevó El Tato, militante de Gijón, los mil duros, que gasté en cuanto volví.

-Su padre valoraba, sobre todo, la estabilidad. ¿Qué pasó cuando usted dejó la mina?

-Se pilló un buen cabreo. Si trabajabas en la mina, la mili era de tres meses. Yo alegué la vista, pero no me llegaba y libré por una desviación de columna que era de tocar la guitarra y no sabía que tenía.

-Llega el primer disco.

-A propuesta de Víctor Manuel. Manolo González no quiso hacerlo compartido y nosotros salimos con el nombre de «Nuberu», que propuso Chus Pedro. Lo grabamos en el sello Gong de Movieplay, donde estaban Luis Pastor, Manuel Gerena, Carlos Cano, Adolfo Celdrán, Lluís Llach?

-Grabar entonces era difícil.

-Sí, pero ellos pagaban todo, incluida la promoción, y nosotros cobrábamos «royalties». En la negociación yo discutía, porque ellos llamaban al disco «producto» y yo decía que era «obra». Después de un rato dije que si era un producto yo no firmaba. Chus Pedro me dio una patada por debajo de la mesa, hablamos un momento y concluyó: «Déjate de pijaes, que lu llamen como quieran y vamos a firmar».

-¿Cuánto estuvo en el PC?

-Estuve en las Juventudes Comunistas desde 1974 a 1976. Dejé CC OO al salir de la mina. Cuando el congreso de Perlora, en 1977, muchos de El Entrego tiramos el carné. Yo voto a IU. Por la relación con el partido entramos en contacto con gente de la Universidad, no todos del PC: David Ruiz, Amelia Valcárcel, Lluis Texuca (Lluis Xabel Álvarez). Xosé Lluis García Arias nos tradujo canciones al asturiano. Con la Plataforma de Artistas de Izquierda de Asturias nos hicimos muchos festivales del PC, por toda España, entre ellos, el de la Casa de Campo de Madrid de 1980, el más multitudinario, 120.000 personas. Eso nos permitió la presencia en ambientes más cultos.

-¿Cómo siguieron las cosas a partir del segundo disco?

-Recorrimos media España, fuimos a Bruselas, a Holanda, hice más trabajo de guitarra. Mi padre se jubiló por enfermedad y volvió con mi madre a la aldea. Yo me vi solo y soltero en casa..., entonces había trabajo para todo el mundo?, lo pasé muy bien. Fue una época de crecimiento personal. Monté con Chus y otros socios el pub Les Escueles, en Llanes, para crear algo que tuviera continuidad. Duró nueve años.

-En 1980 salió «Atiendi Asturies, atiendi» y en 1981 «Cancios de un país», muy pegados.

-Después de ese disco tomé la determinación de dejar a Chus «Nuberu».

-¿Cómo se llevaban ustedes?

-Su carácter es muy inquieto. Él es muy nervioso hacia fuera y yo muy nervioso hacia dentro. En toda convivencia surgen desavenencias, pero, al final, siempre han sido poco importantes. Lo que pasó es que después del tercer disco él estaba casado, nació su hijo. Yo no sabía qué seguir haciendo. Quería un disco propio, que no grabé, porque no acababa de estar a gusto con la voz. Eso me frustró. Fui prudente. Hubiera sido peor haberlo hecho y que no me gustara. Chus grabó en solitario «Mineros» en 1987. Yo daba clases de guitarra en el Colegio de la Sagrada Familia, donde había estudiado, y dirigía la rondalla de San Martín del Rey Aurelio en el polideportivo de Blimea.

-Hizo pachanga varios veranos. ¿Qué tal le fue?

-En las fiestas de prado de pueblos de toda España -salvo Andalucía- conocí el pulso de la cultura de la gente. Tocábamos «La puerta de Alcalá» o canciones de «Los Chichos». Eran siempre orquestas asturianas, «Superstar Combo» y «Níquel». También tuve un contrato con hoteles de Menorca en verano. Fue el año en que hubo un crac turístico en Baleares, mientras que en Asturias estaba todo petado por el sol. El dueño del hotel nos echó alegando que la cantante era pequeña y gorda. Lo era, pero fue porque no tenían turistas. Quedé seis meses en la isla con la guitarra española y el equipo de voces, actuando para guiris. Quería cantar «Strangers in the night», que había aprendido cómo se pronunciaba en inglés, pero ellos decían que «the guitar, the guitar».

-Volvió a Asturias.

-Sí, y en la rondalla de San Martín conocí a mi mujer, con la que me casé en 1990. El matrimonio duró seis años. No tengo fíos, tengo canciones. Siempre tuve novias estables. En 1991 fue cuando el guaje de Chus Pedro, Chusín, dijo que nunca nos había visto tocar juntos y que quería vernos, y volvimos a hacer cosas los dos.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida?

-Soy un privilegiado: vivir de lo que te gusta es un sueño. También tiene sus precios.

-¿Cuáles?

-Por mi carácter no llevo bien la inestabilidad.

-Ya hablando de su padre y de sus tíos dice siempre que buscaban «estabilizar».

-Sí. Acepto la falta de estabilidad mejor que ellos, pero no quiero comprometer a otros. Por eso nunca quise tener descendencia. Es verdad que tampoco vino. Si hubiera tenido guajes, habría sido un padre excelente. Una canción mía, «Hijo de los átomos», trata de eso.

-Está en «Palabras de loco», su disco en solitario de 2010.

-Son canciones de aquel proyecto de casi 20 años antes, en solitario, con un planteamiento totalmente libre y en castellano, salvo dos en asturiano. Recorre la época del Concheso y del Madison, de Dylan y de Cohen, con textos de reflexión como «Palabras de loco», inspiradas en el texto de Antonin Artaud.

-También dice que siempre tuvo parejas estables.

-Que desestabilizan con el tiempo. Las relaciones, como el teatro, tienen tres partes: introducción, nudo y desenlace, y facilita lo último que no tengas descendencia ni bienes gananciales. Tengo buenas relaciones con todas mis antiguas parejas porque nunca tuve que cargar con nadie que me llegara a odiar por no poder disolver la relación. Me encanta no tener que madrugar y ser dueño de mis decisiones. A los 55 años ya no tengo el ímpetu inmortal de los 16, ni el horizonte de los 20. A partir de los 50 ya tienes un careo con la muerte. Perdí la tabla de sujeción que eran mis padres. Tengo a mi hermana, que no es una segunda madre, pero nos queremos mucho. No quiero una muerte con dolor ni dar que hacer.

-También estuvo aquello suyo de «La Sierra del Trabanquín».

-Sí, en El Entrego, en el entorno del Museo de la Minería. Metí un montón de ideas y de dinero en una ilusión que llamé el parque temático de artesanía, un centro de artesanía en el que había talleres, infraestructura y tienda, más un área de gastronomía asturiana. Muchos pensaban que todo era de Papá Hunosa y de Mamá Ayuntamiento, pero metí mucho. Duró hasta 2007. Cuando cerró perdí dinero y patrimonio, pero también había disfrutado mucho.

-Ahora vive en Peruyes, en la que era la casa de sus padres.

-A raíz de un problema de vértigo mezclado con tabaco, estrés, mala alimentación y una infección de oídos. Me asusté y fui a la aldea a cuidarme.

-Vaya, eso suena a vida tóxica.

-No, pero mi salud se resintió. Siempre fui de fumar, pero un paquete, no dos. Y alcohol, lo normal: sidra, vino, algún cacharro. Siempre deseé hacer mis ejercicios espirituales, que iba posponiendo, pero va a ser temporal.