Oviedo,

Félix VALLINA

El ovetense Juan Pablo Vázquez Flores nunca pensó que el paracetamol podría producirle tantos efectos secundarios. Según su versión, el simple hecho de haber solicitado una pastilla para el dolor de cabeza en el avión que le iba a traer de regreso a Asturias desde Londres le sirvió para quedarse en tierra y para vivir «uno de los episodios más angustiosos» de su vida. El joven, que ya ha solicitado una indemnización por daños y perjuicios a la compañía Easyjet, asegura que el comandante tomó la decisión al considerar «que podría tener una enfermedad contagiosa que afectase al resto del pasaje» y que llegaron a amenazarlo con llamar a la Policía si se negaba a abandonar la aeronave cuando ya se había puesto el cinturón para regresar a casa.

Los hechos ocurrieron el pasado 26 de diciembre. Juan Pablo Vázquez se levantó temprano para volver a Asturias después de haber pasado unos días en una localidad situada a tres horas de transporte público del aeropuerto de Stansted. No se encontraba bien. «Tenía diarrea, había vomitado y me dolía la cabeza, pero a lo largo de la mañana me fui poniendo mejor. Eso me pasó a las seis de la mañana y al aeropuerto llegué varias horas más tarde, además, una vez allí también tuve que esperar», señaló el afectado.

Una vez montado en el avión, todavía tenía un ligero dolor de cabeza y pensó que tomándose una pastilla de paracetamol «podría pasar un mejor viaje de regreso», pero nada más lejos de la realidad: «Llamé a una azafata para contarle lo que me estaba ocurriendo y le pedí la pastilla. Ella me preguntó qué síntomas tenía y que si tenía fiebre. Yo le dije que no, pero que me dolía la cabeza y fue entonces cuando se marchó a hablar con el comandante», aseguró el joven ovetense. El comandante, según Juan Pablo Vázquez, dio orden de que no se le dejase volar «porque tenía mala cara y porque podría tener algo contagioso».

Al principio se negó a abandonar la aeronave, pero las advertencias de la tripulación -«que me amenazó con llamar a la Policía para obligarme», afirmó- y la presión del resto de viajeros -«todos me pedían que me bajase porque querían que saliese el avión», señaló el afectado- no le dejaron otra alternativa que coger los bártulos y bajar por la escalerilla. «Me quedé en medio de la pista en manga corta, con un frío que pelaba, hasta que el personal de tierra fue a buscarme para llevarme al aeropuerto. Rompí a llorar de desesperación», explicó Juan Pablo Vázquez, que al día siguiente tenía que presentarse en su trabajo de Oviedo.

Su «bajo nivel» de inglés y los nervios generados tras el incidente le pusieron las cosas más difíciles a la hora de entenderse con los responsables de la compañía en el aeropuerto, pero apareció un ángel de la guarda en forma de futbolista brasileño: «No sé quién era, pero me dijo que jugaba al fútbol y me ayudó muchísimo». Al final, Juan Pablo Vázquez consiguió un vuelo para el día siguiente, pero tuvo que volver a la localidad donde estaba para pasar la noche, pagándose todos los desplazamientos, y perdió un día de trabajo. «Además, al día siguiente me dejaron volar sin necesidad de un reconocimiento médico, ¿por qué lo hicieron si tenía algo tan contagioso?», se pregunta.