Madrid, J. MORÁN

Gil Parrondo (Luarca, 1921) repasa su carrera artística como decorador de cine, labor por la que ha conseguido dos «Oscar» y cuatro «Goyas».

l Borrachos de Hollywood. «En aquella primera entrevista con Welles en el Palace me pidió que le hiciera un dibujo de una habitación propia de Centroeuropa. Le hice cuatro rayas rapidísimamente, lo vio, llamó al productor: "Contrátale". Años después, declaró en la revista "Cahiers du Cinema" que en España no sabíamos hacer decorados. ¡Qué maldito!, porque cuando él me había presentado al actor Akim Tamiroff le dijo de mí: "Este decorador es el bueno y no esos viejos borrachos de Hollywood". Era una tontería suya: ¿cómo iba a ser yo mejor que los de Hollywood? En aquel momento, ni hablar. Pero él lo dijo y más tarde declara que había tenido que hacerlo él todo. Eran cosas de "enfant terrible". Oiga, si usted ya lo tiene todo, el guion, la interpretación, la dirección?, ¿para qué quiere quedarse con méritos de los demás? Estuve dos o tres meses junto a Orson Welles. Era un pesado y un ególatra absoluto. Nunca podría haber sido amigo suyo. Le gustaba entrar y que todo el mundo supiera que entraba él. Pero tenía su encanto cuando quería y sin duda era un genio; eso no hay quien se lo quite, y tenía todo el talento del mundo para hacer películas».

l Emociones. «A mediados de los cincuenta comienzan a llegar a España los americanos y las grandes producciones. Antes de eso yo ya había hecho "Jack, el negro" (1950), de Julien Duvivier, con George Sanders, que vino con su mujer, Zsa Zsa Gabor, que nos tenía locos a todos. Era en aquel momento la mujer más guapa y más sexy del mundo. Rodamos la película en Mallorca. Más tarde hice "Alejandro Magno" (1955), de Rossen, y "Orgullo y pasión" (1956), de Kramer, con Gary Grant, Frank Sinatra y Sofia Loren. Allí salía el famoso cañón, cuyo boceto trajeron de América y aquí le hicimos todos los detalles y lo construimos. Con esa película Sofia Loren empezaba con los americanos. Casi no sabía inglés y lo pasó muy mal, pero ya era una mujer como para que los albañiles se cayeran de los andamios cuando ella pasaba. Estaba que "reglota", como decían los valencianos. Era guapa y exuberante, sin duda, pero no era de las estrellas de Hollywood. De éstas, Joan Fontaine, que me había fascinado al verla en "Rebeca", sin embargo, al natural era una mujer pequeñita, rarita, antipática, y me dejo muy triste al conocerla. Hablando de emociones, quizá una de las mayores que tuve fue al conocer a Maureen O'Sullivan, la compañera de Johnny Weissmüller en "Tarzán". Vi aquella película en 1934, cuando yo tenía 13 años, y cuando me la presentaron me emocioné mucho. Ella no hizo ninguna película en la que yo trabajara, sino que era la mujer de John Farrow, director de "John Paul Jones" (1959), la primera película que hice con el productor Samuel Bronston. Ella estaba ya mayor, pero no importaba. Pero emoción, emoción de verdad, no fue con una actriz, sino con un actor, Boris Karloff, el de "Frankenstein" (1931). Ése sí que me había quitado el sueño durante meses cuando yo era niño y vi la película. Y el día que me presentaron a Karloff descubrí que era una persona encantadora. Venía con su mujer, una señora pequeñita y muy dulce, a la que le dijo: "Oye, este Gil sabe más de mí que yo mismo". Con Karloff trabajé en una película muy mala, "El coleccionista de cadáveres" (1970)».

l El decorado más grande. «Respecto a las actrices, mi mujer no es nada celosa y yo tampoco le di motivos para ello. El año de "Orgullo y pasión" me casé con Gabriella Alvarez-Insúa. Hemos tenido seis hijos, dos varones y cuatro chicas, de los que viven cuatro. El mayor de los chicos se murió en un accidente de coche en París, hace años, y una de las niñas se murió de pequeñita, con seis meses. Mi hijo es el padre de mis tres nietas, maravillosas. Ya digo que la primera película que hice con Bronston fue "John Paul Jones", coproducida con Cesáreo González y con actores como Bette Davis. La rodamos en el Palacio Real de Madrid. Después ya vinieron "Rey de reyes", "55 días en Pekín", "La caída del Imperio romano", o "El fabuloso mundo del circo"; y con otros productores "Lawrence de Arabia" y "Doctor Zhivago", de David Lean. En aquella época ya había mucha gente a la que le gustaba el cine alemán, el francés o el inglés, pero no era mi caso. Para mí, desde niño, Hollywood era todo, el no va más. Ya sabía bastante inglés y me entendí muy bien con los americanos. El decorado más grande que se ha hecho jamás fue el de «La caída del Imperio romano», todo él a tamaño natural. O sea, que hasta las cuádrigas decorativas que había encima de los templos, que tenían columnas de 15 metros, eran de tamaño real. Hoy sería imposible hacer eso, ni con todo el oro del mundo. Además, hoy, con procedimientos digitales ponen allí arriba lo que sea. Se puede hacer muy bien, aunque el resultado no es el mismo. El otro día encontré un álbum maravilloso que tenía guardado desde el rodaje de esa película. Se lo enseñé a mis hijas y parece imposible que hiciéramos aquello, todo el foro romano».

l «55 días» y «Zhivago». «En "55 días en Pekín" fui también responsable de todos los decorados, que construíamos en los estudios Bronston. Yo tenía a mi cargo 30 personas para preparar los bocetos, los planos, los alzados y luego había un equipo de 300 operarios para construirlo. Los diseñadores de producción, Veniero Colasanti y John Moore, nos dieron las pautas artísticas del decorado y conservo sus bocetos con dedicatoria. Fue una época muy buena y aprendimos mucho. Además de Colasanti y Moore, después vino otro americano, John DeCuir, el decorador de "Hello Dolly", y con unos cuantos "Oscar" de Hollywood. Hace poco volví a ver "55 días en Pekín" y me volvió a gustar mucho, por cómo está dirigida y montada, con interés de principio a fin. No hay un momento en que decaiga. De todas las películas que he hecho, siempre digo que de la que estoy más orgulloso es de "Doctor Zhivago". Es una obra maestra, muy superior a "55 días en Pekín", pero con el corazón en la mano también digo que "55 días" cada vez me ha ido gustando más.

l Bronston el judío. «Bronston significó muchísimo para mí; yo le adoraba. Hay gente que me dice que, claro, yo digo esas cosas porque fui un estrecho colaborador suyo, pero que no habría que agradecerle porque a lo que vino a España es a desbloquear un dinero de empresas americanas y, sobre todo, a ahorrar gastos. Pero que de amor a España, nada. Dicen que era un judío con mucha visión y que vino a hacer negocios, pero Bronston se muere en América y lo que deja dicho a su hija, en su testamento, es que quiere que le entierren en España, en Madrid, en Las Matas. Eso no es por haberle sacado dinero a España, sino porque le gustaba España».

l Los «Oscar», trabajando. Llegó Frank Schaffner e hice "Patton" (1970). Yo estaba rodando la siguiente, "Nicolás y Alejandra", cuando me enteré que me habían dado el "Oscar" por ella. Estaba trabajando en la Costa Brava rodando la escena de la playa, con la familia real y unas tiendas de campaña azules, que quedaron muy bonitas. Me llamó mi mujer a las cinco de la mañana al hotel para decirme que le había llamado una amiga suya de Nueva York para decirle que me habían dado el "Oscar". Gané al año siguiente el otro, precisamente por "Nicolás y Alejandra", y al siguiente me nominaron por "Viajes con mi tía", de Cukor. No fui a ninguna de las tres galas simplemente porque estaba trabajando. Es diferente a lo de Woody Allen porque él no va por estar a la contra. Yo no estoy en contra, todo lo contrario».

l El pan y la sal de Garci. «Con los directores españoles he tenido mucha suerte. Mario Camus es un enorme amigo, y Pilar Miró era muy inteligente, aunque dificililla como directora. Y con José Luis Garci he hecho muchas películas en Asturias. Es un amigo muy querido y él tiene una cosa importantísima: que el cine es todo para él, como me pasa a mí. Garci tiene muchos enemigos en España. Le niegan el pan y la sal. Lo siento y lo considero injusto. No se puede decir que sea el mejor director del mundo, pero ha hecho películas de muchísima categoría, con mucho rigor. "You are the one", por ejemplo, es una película maravillosamente dirigida, una historia muy tierna. He ganado cuatro "Goyas" con películas de Garci y no me explico las críticas que le hacen con tanta dureza. Desde hace tiempo tengo preparado el material para la vida de Antonio Machado, que es un personaje que me apasiona, nada barroco, con su bastón y su café. Pero no hay manera de que la película salga adelante y menos con la crisis. Pero la productora, Rosa García, es una luchadora y puede que el director vaya a ser Giménez-Rico, que es otro director con el que me gusta mucho trabajar porque yo, a mis 90 años, ya no aguanto tiranos que me hagan desagradable el trabajo».