El destino ha querido que el comienzo del juicio contra Garzón por perseguir los crímenes del franquismo haya coincidido con la inauguración de una instalación en el Matadero de Madrid en la que se expone el yate «Azor» empaquetado como chatarra. La democracia ha achatarrado al franquismo dándole el carácter de naturaleza muerta, de arqueología política, de instalación, de pasado inerte, pero los fantasmas se resisten siempre a la jubilación anticipada, y Garzón se hizo eco de su clamor espectral. La pasión achatarradora aspira a borrar un pedazo de historia disimulándola en una calculada ambigüedad, que ha llegado a negar su naturaleza de dictadura. Sin embargo, la guerra es una cosa (horrible, por más señas) y la limpieza que hizo Franco conforme ocupaba territorio, y siguió haciendo años y años después de acabada, otra distinta. Aunque achatarren a Garzón, los fantasmas no se irán.