Oviedo, Javier CUERVO

Secundino Villaverde Fernández (Langreo, 1941), doctor por Valladolid, formado y casado en Reino Unido, el jefe de servicio de ginecología más joven de España cuando llegó a Oviedo (1975), se despidió del ejercicio de la medicina pública a final del año pasado pero mantiene su actividad privada. Como profesional ha tratado a más de 40.000 mujeres sólo en su consulta privada, como jefe de servicio ha tenido 36 promociones de Médicos Internos Residentes (MIR) de los que han salido cuatro jefes de servicio. Es miembro de número de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias.

-Usted pasó cuatro años y medio formándose en Inglaterra. ¿Sabía algo de inglés?

-Sólo francés. En 1968 fui seis meses a estudiar inglés en Londres. De vuelta, lo estudié intensamente. En 1969 pasé tres meses en Londres y escribí a todas las ofertas que encontraba en las revistas médicas inglesas. En septiembre tuve una entrevista en Stockport, a cinco millas de Manchester, para el Stepping Hill Hospital. Competía con un inglés, un indio, un paquistaní, un africano y un francés. El inglés se presentó con su tacita de té y pensé que jamás me cogerían. Me dieron el puesto al acabar: senior house officer, médico adjunto en ginecología. Tenía por debajo algún médico inglés. Había tres jefes de servicio. Yo iba a trabajar para William Kelso quien, al enseñarme el hospital, me preguntó por qué había ido a Inglaterra. Contesté que yo era muy anglófilo. Él replicó: «yo no me siento inglés. Soy escocés».

-Allí conoció a su mujer.

-En la A2, la sala donde estaban ingresadas las gestantes. Era supervisora de planta. Jean Baron, de Crewe, Cheshire. Mis inicios en el hospital fueron complicados: mis tareas exigían un conocimiento profundo de inglés que no tenía. La obstetricia era fácil -se trataba de tocar la barriga de las pacientes- pero la consulta de ginecología implicaba una conversación muy fluida. Busqué un apoyo, excelente, en un ginecólogo de Nigeria, el doctor Mosses Banjoko, que pasaba su consulta y la mía. Empecé a trabajar con protocolos en los que se decía qué hacer y qué no, algo que en España no había.

-¿Qué hacía al salir?

-Cine, discoteca, algún partido del Manchester. Vi el combate de Cassius Clay y Joe Frazer. Era aficionado al boxeo, ahora menos.

-Año y medio en ese hospital.

-Toqué techo. Tenía buenas referencias británicas y pasé, como jefe clínico, al Women's hospital y luego al New Cross Hospital. Trabajé con las personas que más me marcaron en la especialidad: Harry J. Fisher y Clifford Newbold. Tuve acceso a las primeras epidurales en 1970 que, tres años después, traje al hospital Enrique Cangas, hoy Álvarez-Buylla, de Mieres.

-¿Pensaba en volver?

-Sí. Era complicado llegar a una jefatura de servicio en ginecología, en otras especialidades no tanto.

-¿Su mujer estaba de acuerdo?

-Todavía no estábamos casados pero le parecía bien.

-Volvamos a cómo ennoviaron. ¿Hizo mucha planta A2?

-Sí y mucho «party» de hospital. Vino a España, conoció a mis padres? Mi padre era muy anglófilo.

-¿Es católica?

-Protestante. Eso no fue un problema en mi casa.

-¿Cómo veía ella la España franquista?

-Ni es de muchas palabras ni hizo referencias contundentes a ello. En lo social, aquí se vestía mejor que allí. Al llegar a Bilbao y ver cómo iba la gente preguntó si había fiesta. Le chocaron la comida -el marisco o las angulas no le suponen ni fu ni fa- y los horarios. En mi casa se cena a las ocho y cuarto.

-¿Qué le chocó a usted de Inglaterra viniendo del franquismo?

-Me encantaban los programas de debate político de la BBC y leer noticias en el «Daily Telegraph». Me sorprendían la organización y la sindicalización del hospital.

-¿Cuándo se casaron?

-El 12 de diciembre de 1973. Mis padres no fueron porque tenían cierta edad. A las pocas semanas vine a España para quedarme, a casa de mis padres y sin puesto de trabajo. Llevaba cuatro años y medio fuera y había solicitado plaza en los nuevos hospitales que había en España, un gran momento. Mi mujer llegó después de navidades con nuestro pastor alemán, al que llamábamos «Spock» porque yo era un entusiasta de «Star Trek». Entré de adjunto interino a una plaza que había en el Enrique Canga de Mieres. Estuve con César Tolivar, Siero, Canteli, excelentes ginecólogos. Encontré una obstetricia muy distinta a la que estaba acostumbrado: no había apenas cirugía, ni cesáreas, ni protocolos. Pronto salió la plaza de jefatura de sección en el Juan Canalejo de La Coruña, donde estuve de septiembre de 1974 a febrero de 1975. Allí me encontré a Alfonso Varela Núñez, especialidad en Manchester y casado con inglesa. Vivíamos en la playa de Santa Cristina, en Oleiros, donde nació mi hija Sofía. Yo hice el parto con epidural. También hice el de mis dos nietos y la cesárea a mi nuera.

-¿Es igual una esposa o una hija que otra mujer?

-El plus de responsabilidad se supera. Me hacía mucha ilusión.

-¿Sus hijos cambiaron mucho su vida?

-Sí, y si hay un problema de salud, aunque sea pequeño, lo ves de otra manera. No les dediqué tanto como debiera. Me enfrasqué en la especialidad, en la medicina pública y en la privada.

-¿Cómo era la ciudad sanitaria Covadonga de Oviedo cuando llegó en 1975?

-Había excelentes compañeros, de Madrid, de Barcelona, de León, de Inglaterra, y formábamos un crisol muy edificante de impresiones y enfoques en las sesiones clínicas. Se diluyó e hizo endogámico cuando las autonomías empezaron a contratar a médicos de la tierra.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida?

-Muy bien. He hecho siempre lo que me ha gustado y, desde las jefaturas, con libertad de acción. He tenido suerte en mi vida familiar.

-En 40 años su profesión cambió mucho y la mentalidad y los hábitos sexuales y reproductivos de sus pacientes también.

-No fueron cambios bruscos. La sociedad se abre, vas respetando más las costumbres de los demás -siempre que no atenten contra tu libertad- y te haces más tolerante y comprensivo.

-¿Eso lo aprendió en Inglaterra o en España?

-Inglaterra legalizó el aborto en 1969. Para mí fue un choque: acababa de llegar y afectaba a mi trabajo. En la entrevista me preguntaron si practicaría abortos y dije que no. No puse inconveniente a las ligaduras de trompas. Se me admitió.

-Los anticonceptivos en España tardaron en normalizarse.

-Se daban para dolores menstruales. Yo los receté para el control de la natalidad desde que regresé a España. Tampoco se metían con las ligaduras de trompas.

-¿Qué sucesión de modas médicas le tocó vivir?

-Cuando empecé, las mujeres iban al obstetra para ver si estaban embarazadas y volvían a parir. En Inglaterra no era así: al menor peligro, se hacían cesáreas. La mortalidad perinatal en España era de 20 por mil, allí 16 por mil. Ahora hay la moda del parto natural y que sólo intervengas si hay patrones anormales. No soy partidario porque ni la monitorización, ni el doppler, ni la determinación del líquido amniótico son completamente seguros. Consideró que ningún embarazo puede superar las 42 semanas.

-¿Se hacen muchas cesáreas?

-La Organización Mundial de la Salud no quiere que superen el 16%. Pero la OMS se equivoca mucho y si no, ahí están la gripe A y las vacunaciones.

-Es raro que un niño nazca en sábado o domingo porque ustedes programan con cesáreas sus fines de semana.

-Eso es extrapolar. No estoy de acuerdo. No apoyo maniobras complejas para extracciones fetales porque prefiero las cesáreas que hoy no tienen nada que ver con las de hace 30 años: epidural, casi sin cicatriz, tres días de estancia hospitalaria? No tienes palabras para explicar a una pareja por qué ha perdido su neonato.