Javier Fernández Fernández, secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA), anda mosqueado por el congreso del PSOE, por Sevilla, por el barrio de Santa Cruz, la plaza de doña Elvira, porque hoy ha vuelto a recordar, y le parece mentira, que cantó Antonio Molina. Lo que ha vuelto a recordar, y le ha clavado una cruz, es lo partidario que era Vicente Alberto Álvarez Areces, que fue presidente del Principado, de la España asimétrica que defendía Pasqual Maragall i Mira cuando era president de la Generalitat de Catalunya, allá entre 2003 y 2006. La simetría es la regla principal de la belleza, lo que afecta a la estética pero no a la política. En el federalismo asimétrico se da un Estado en el que uno o varios territorios tienen más atribuciones que el resto, para reconocer las diferencias de una región con respecto a las demás. Maragall lo defendía, y Areces lo cantinfleaba, aunque la asimetría afectaba a la financiación, y eso no beneficiaba a Asturias, y hasta ahí podía llegar.

Era el Maragall del Partido de los Socialistas de Cataluña (Partit dels Socialistes de Catalunya oficialmente), llamado PSC, el mismo del que procede, y al que se debe, Carme(n) María Chacón Piqueras, que aspira a la secretaría general del PSOE. ¿Qué haría en caso de conflicto entre el PSC y el PSOE, situación que no sería nueva?

Ésa es una cruz. La otra es que Francisco Álvarez-Cascos, presidente del Principado por unos días más, fue dadivoso con los nacionalistas vascos, asimétricos fiscalmente como ningún otro, cuando era ministro del Gobierno de José María Aznar, actual asesor de magnates. Después de las elecciones de 1996, en las que el PP fue el primer partido en el hemiciclo pero no tenía mayoría absoluta, Cascos fue el encargado de negociar con CiU, PNV y Coalición Canaria.

Xabier Arzalluz, entonces presidente del PNV, hizo una magnífica relación con Cascos, que le llevaba botellas de Ribera del Duero. También hizo muy buenas migas con Iñaki Anasagasti, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados. Es conocido que cenaba en Sabin Etxea, situado en la casa natal de Sabino Arana, fundador del invento, para mosqueo de Jaime Mayor Oreja, que había sido candidato a Lendakari, y de su mano derecha, Carlos Iturgaiz, entonces presidente del PP en el País Vasco.

Lo generoso que fue el PP de Cascos con los nacionalistas es la otra cruz que tiene clavada en el monte del recuerdo el jacobino Javier Fernández. Están clavadas dos cruces, en el monte del olvido.

Usando esa memoria resulta inquietante pensar que negociando con los nacionalistas desde el partido más centralista logró la investidura de Aznar y en su Gobierno fue vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Presidencia. El mismo político que logró que personas tan distantes como Arzalluz y Aznar pactaran y que el PNV fuera socio preferente del Gobierno popular hoy es incapaz de llegar a acuerdos presupuestarios con los que eran sus compañeros de partido hace poco más de un año y así asegurar que la región sea gobernable a algún turno.