Oviedo, J. MORÁN

Cayo Rodríguez-Ponga, farmacéutico jubilado de 101 años, culmina sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA.

l Estado católico. «Aquellos sucesos con los falangistas me dejaron mal de ánimo. Había visto las barbaridades de la guerra, pero no las esperaba en mi propio medio, y eso me asustó. Aun así le dije aquel cura falangista que "los cristianos debemos dar ejemplo de benignidad y de moderación". Creo que no hablé más con él, pero ya antes había tenido otro tropiezo con este cura. Los Hermanos de La Salle habían vuelto a La Felguera y el nuevo director nos reúne a una docena de ex estudiantes para restablecer la Asociación de Antiguos Alumnos. Fui a comunicárselo a aquel sacerdote exaltado. "Vamos a restaurar la asociación, afiliada a la Acción Católica". Y él replicó: "Eso ya no hace falta aquí, porque la Falange es católica y el Estado es católico". Le contesté: "Hombre, don tal, creo que la Iglesia es distinta del Estado; ambos buscan el bien humano, pero son cosas distintas". "Nada, yo no lo apruebo". Fui entonces al Obispado, que estaba en una casa vieja de Oviedo, ya que el palacio episcopal estaba destruido. Hablé con el vicario general, una persona muy valiosa, y le pregunte: "¿En la nueva España cabe la Acción Católica?". "Claro que sí". Volví a ver al cura: "Nos han dicho esto en el Obispado". "Pues no cuentan con mi aprobación". "Sí, pero por encima de usted está el Obispo, que es sucesor de los apóstoles"».

l Sesenta propuestas. «Soy católico y soy consciente de ello, y si hay cosas que no parecen acertadas debo proponer soluciones, no limitarme sólo a la queja. Y eso es lo que hice. Yo deseaba un concilio, pero no lo esperaba, y el Papa más humilde y más sencillo, Juan XXIII, salta con la idea: reunir en concilio a la Iglesia universal para poner al día (el "aggiornamento") todas las instituciones eclesiales y realizar una evangelización eficaz del mundo. Fue el único que se atrevió, pero luego se empezaron a echar zancadillas y hubo resistencia pasiva. Y los decretos finales acabaron en el cajón y la Iglesia volvió a las cosiquinas. Esperaba con ansiedad el comienzo del Concilio Vaticano II. Estaba en desacuerdo con cosas que eran fruto de la mentalidad del pasado, que habían estado bien en su época, pero no debíamos quedarnos en la rutina. Si la Iglesia católica es la Iglesia de Jesucristo para conducirnos a la felicidad eterna, debemos tratar que ese fin se cumpla. Si no, sobra todo y quedaremos en el polvo de la muerte. Me propuse aportar ideas, preparando el ambiente. Yo ya había escrito cosas y cuando llegó la convocatoria del Concilio a los obispados, el cura párroco de La Felguera, Monte Cabañas, un buen sacerdote que después fue canónigo y ahora está jubilado, me mandó los papeles. Los recibí como un caramelo y fui contestando a las 60 preguntas sobre temas para tratar: misiones, misa y culto, moral, parroquias, organización, administración de los bienes, etcétera. Mandé un memorial con mis 60 propuestas. El Concilio fue una cosa magna y extraordinaria y no le hemos sacado provecho todavía. Resolvió la mitad de los problemas, pero quedan la mitad pendientes. Cuando se publicaron los documentos del Concilio vi que la mitad de mis propuestas estaban incluidas, claro que no porque fueran mías, sino por coincidencia con la mentalidad de los 3.000 obispos que concurrieron al mayor concilio de la cristiandad; pero quedaron cosas fuera, y ha habido desorientación en los papas y los obispos, que viven en un ambiente limitado, encerrado, creyendo que es el mejor. Que si dije, que si no dije, que si fulanita no está casada por la Iglesia?, que no es una herejía tremenda, y si acaso una cosa inapropiada o poco oportuna. Cosiquinas y se va la pólvora en salvas».

l Control de la natalidad. «En mi memorial planteé que, naturalmente, los sacerdotes tuvieran la opción de casarse ¿Cómo vas a obligar a nadie a ser casto toda su vida? Eso va "contra natura", contra la creación de Dios que nos hizo hombre y mujer. Los papas prohibieron tocar este asunto. Y tampoco se abordó la procreación y el control de la natalidad. Mis padres tuvieron doce hijos y fueron mártires de la familia; no disfrutaron de nada en la tierra. No se puede obligar al heroísmo, sólo se puede recomendarlo. Un hecho heroico no se puede exigir a nadie, porque del heroísmo no somos capaces todos, y de la santidad, tampoco. Mis padres tuvieron 12 hijos por ser fieles a la doctrina cristiana, pero exageradamente interpretada. Y no tener todos los hijos que vengan es como matar niños. ¡Hombre, por favor! Dar a la prohibición del preservativo la categoría de dogma?, ¡por favor! Y planteé que se disuelva un matrimonio si dos casados, de hecho, no casan entre sí. Si no pueden convivir, ¿cómo dices que siguen estando casados?».

l Medio ambiente. «Como una derivación de la farmacia al exterior un farmacéutico ha de velar por la salubridad pública, la salubridad medicamentaria, la alimentaria y la ambiental, del aire, las aguas y los suelos. Yo me dediqué al problema más acuciante, el del aire de La Felguera, el centro fabril más concentrado de España en aquella época. Desde junio de 1931 yo pertenecía por oposición al Cuerpo de Inspectores Farmacéuticos Municipales, y a ello me dediqué hasta mi jubilación en 1982. Me propuse corregirlo y me documenté con la poca bibliografía que había entonces, de libros franceses, y elaboraba informes sobre humos y partículas en la atmósfera. Había que velar para que las industrias utilizasen los sistemas correctores, que se usaban, pero se hacían viejos, sujetos a un trabajo excesivo, las 24 horas del día, y no se renovaban. Las empresa no ganaban lo suficiente para ello y, por ejemplo, Duro Felguera vivía de subvenciones del Estado, como Altos Hornos de Vizcaya, que se llevaba la mayor parte, porque siempre jugaron con la baza separatista. También había que vigilar los ríos, que eran como alcantarillas. Desde los años sesenta empezaron a tomarse medidas.

l Desmantelamiento. «Y fui vicepresidente de Centro de Iniciativas Socioeconómicas del Valle del Nalón, para defender en los años sesenta el no desmantelamiento de nuestras industrias. Un procurador por Asturias manifestó un día en las Cortes que las fábricas de La Felguera estaban "obsoletas" y eso fue la puntilla. Me partían el alma las manifestaciones y no me gustaba apalear el Ayuntamiento, que era la representación del Estado en el municipio, pero participé en manifestaciones. Hubo una enorme, de miles de personas, desde La Felguera a Sama, que asustó a las autoridades provinciales. Creían que éramos el anti-régimen, que queríamos perturbar el orden. Y en la primera gran huelga que hubo a comienzos de los sesenta también tuvimos que involucrarnos a través de Iniciativas, cuyo presidente era Ceferino Sanfrechoso, una personalidad en Sama. Buscamos una salida a la huelga. Estuvimos en misión visitando al ministro en Madrid, y al volver el gobernador nos dijo que cuidado. Le replicamos: "Se está usted excediendo; mire las noticas de Bélgica, donde el ministro de la Gobernación ha parlamentado con el sindicato de mineros que estaban en huelga y están buscando una solución. Si en Bélgica, uno de los países más cultos y ricos del mundo, un ministro se rebaja a parlamentar, ¿cómo usted no se atreve a recibir una comisión? El Ministro nos había dicho también que las huelgas eran ilegales, y yo le replique: "Pero ¿cuántas cosas hacemos que no son legales y se toleran? En orden al bien común debemos tolerar muchas cosas y por parlamentar no se pierde nada, no pierde usted autoridad ninguna"».

l Candidatura alternativa. «En Iniciativas también defendimos el aprovisionamiento de agua de La Felguera, desde la cabecera del Nalón, y conseguimos que se consignase en decreto claramente, en tiempo de Muñiz como presidente de la Diputación, el mejor que hubo. En 1970 me presenté a concejal, por el tercio familiar, en una candidatura alternativa a la del movimiento, y salimos elegidos. El Alcalde era un falangista, pero suave, moderno; hablaba muy bien, y sin papeles. Me nombró teniente de alcalde y presidente de la comisión de Sanidad, e hice todo lo que pude por mejorar el medio ambiente. Deje el Ayuntamiento en 1976 y redacte mi último informe ambiental en 1981. La Felguera tiene hoy 20.000 habitantes menos. Recuerdo que eran 70.000 en 1970, cuando teníamos 70 millones de presupuesto en el Ayuntamiento».

l Vida eterna. «A mis 101 años veo que en 100 años no se ha logrado una España grande, hermosa, justa, respetuosa y santa. La veo desordenada y tensa. En cuanto a la eternidad, me sigo preguntando cómo Dios puede permitir que el mal permanezca en el mundo afectando gravemente a las personas inocentes. Esa incógnita te hace vacilar, pero, de otro lado, como dijo el apóstol San Pedro, ¿adónde vamos a ir si sólo tú, Señor, tienes palabras de vida eterna?».