Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Asturias perdió en la noche del pasado viernes a uno de sus más destacados diplomáticos. Gumersindo Rico Rodríguez-Villar, de origen valdesano y ex embajador en Mauritania, Argelia y Cuba, falleció en Madrid, a los 83 años, después de una enfermedad y tras una vida dedicada a la política internacional. Vástago del primer director general de Telefónica, con el que compartía nombre, era hijo predilecto de la región y había sido también condecorado con la Gran Cruz del Mérito Militar. Será enterrado el martes en el panteón familiar del cementerio de Luarca, adonde se desplazarán sus allegados para darle el último adiós. Deja cinco hijos, fruto de su matrimonio con la ovetense Isabel Pérez del Pulgar y Menéndez de Luarca.

Rico nació el 13 de abril de 1928 en Madrid, ciudad a la que se había desplazado años antes su padre, originario del concejo de Valdés. Tras cursar los estudios elementales y el Bachillerato en el Colegio de los Jesuitas de Areneros de la capital, obtuvo la licenciatura en Derecho, y, en 1956, aprobó las oposiciones al Cuerpo Diplomático, destacando en su promoción por su gran capacidad de trabajo y su talante dialogante y abierto. Su primer cargo fue como miembro del gabinete del entonces ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella. Después, desarrolló su actividad en la Oficina de Información Diplomática (OID), paso previo a su primer destino exterior, en San José de Costa Rica, donde se hizo cargo de diferentes funciones en la legación española.

A partir de ese momento, Rico iniciará una intensa carrera internacional que le llevará, en primer lugar, a la Embajada de Marruecos, donde ocupó el puesto de consejero político. Tras su paso por Rabat, fue destinado a La Haya como ministro consejero. Esos años le sirvieron para coger experiencia de cara a la asunción de más altas responsabilidades en diferentes países.

En 1980, durante el Gobierno de Adolfo Suárez, se hizo cargo de la Embajada de Mauritania. En Nuakchot, donde permaneció casi cinco años, retomó su contacto con el mundo islámico y se convirtió en un destacado experto sobre el Magreb. Algo de lo que tomaron nota en el Ministerio de Asuntos Exteriores y que le permitiría dar el salto a la legación de Argelia, ya con Felipe González al frente del Ejecutivo. Sería su penúltimo destino antes de poner rumbo a La Habana, donde se convirtió en el encargado de gestionar las relaciones con la Cuba de Fidel Castro. Cesó en el cargo con su jubilación, a los 65 años.

El diplomático se volcó entonces en sus aficiones, entre las que destacaba la lectura, especialmente de novela, poesía y filosofía. También escribió varias obras, algunas sobre asuntos políticos y sociales del Magreb y una sobre la problemática de la soberanía de Gibraltar. Sus familiares y amigos destacan de él su carácter afable y también su pasión por Asturias, adonde viajaba cuando tenía ocasión para recordar los veranos de su infancia en Casa Tarsila, su residencia cada vez que estaba en Luarca.

Será en la villa del Occidente donde repose a partir del martes por su expreso deseo, ya que siempre se consideró a sí mismo asturiano, a pesar de haber pasado buena parte de su vida en Madrid y en los países donde prestó servicio para consagrarse a las relaciones internacionales, su gran pasión.