Fernando Lastra deja de ser cabeza de cartel socialista por la circunscripción occidental para convertirse en «número dos» de Javier Fernández en la lista del centro. El movimiento, que no tendría mayor relevancia de cara a la composición del grupo del PSOE en la Junta General tras las elecciones de marzo, sí que guarda un notable significado interno. El portavoz socialista en la Cámara regional, que ya estuvo en las quinielas del sector oficial para optar a la secretaría general de la FSA en el congreso de 2000, el que encumbró a Fernández, es ahora, tras este espaldarazo, más «delfín» que nunca. Y lo es no sólo en vísperas de unas elecciones autonómicas, sino también a las puertas de un congreso regional de la FSA en el que no está claro que el actual secretario general opte a la reelección. Además, queda por ver qué haría Fernández en el caso de que la derecha vuelva a ganar las elecciones en Asturias. En esta tesitura, el refuerzo a Fernando Lastra como «número dos» en la lista del centro -en sustitución de la «arecista» María José Ramos, que ocupó ese lugar el pasado mayo- es indudable y muy significativo. Pocos ponen en duda en el partido que Lastra es uno de los dirigentes más sólidos y preparados del PSOE asturiano.

Licenciado en Filosofía, Ciencias de la Educación y Pedagogía por la Universidad de Oviedo, lector empedernido y de corazón blaugrana, Fernando Lastra (Cangas del Narcea, 1958) está considerado, incluso por sus adversarios, como uno de los mejores parlamentarios de la Junta General. Afiliado al PSOE desde 1982, el año del gran triunfo electoral de Felipe González, inició su carrera en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, donde fue teniente de alcalde entre 1983 y 1992. Además, se encargó de la secretaría de Organización de la agrupación local del partido. Lastra, que entonces era considerado afín al sindicato minero SOMA, dio el salto a la arena autonómica en 1987, elegido diputado por la circunscripción occidental. Siete años después, en 2004, fue nombrado portavoz socialista en la Cámara autonómica, sustituyendo en el cargo a María Luisa Carcedo, que se marchó al Congreso de los Diputados. En el ámbito interno, ha ocupado diversos cargos de relevancia en la FSA, donde ha sido secretario de Organización, de Política Institucional y de Política Municipal.

Lastra ha sido un leal colaborador de Javier Fernández desde su elección como secretario general de la FSA. Fuentes del partido aseguran que, pese a los rumores sobre supuestas desavenencias, su relación personal y política ha sido buena en estos doce años. Además, sobre todo en la última etapa, también consiguió sintonizar con el sector arecista en el Gobierno, convirtiéndose en muchas ocasiones en la correa de transmisión entre el partido y el Ejecutivo de Areces. Atrás había quedado ya el enfrentamiento por Cajastur, en el que Lastra se alineó con el SOMA. Él fue uno de los muñidores de la ley de cajas.

Pese a su cercanía inicial al sindicato que lidera José Ángel Fernández Villa, las relaciones entre Lastra y el SOMA se deterioraron poco después de la pugna por Cajastur. Ya en 2003, el entonces responsable de política municipal fue acusado directamente por el sindicato de ser el instigador de una trama interna contra Villa, al que trataría de presentar como el artífice de una operación para derribar a Fernández. Para el SOMA, Lastra era en aquel momento un «javierista reciclado».

Superviviente de todas estas luchas intestinas en el seno de la FSA, Fernando Lastra, muy crítico con el Ejecutivo casquista, es ahora un dirigente bien visto en la mayoría de las agrupaciones municipales del partido y su labor parlamentaria también ha sido valorada muy positivamente en la dirección regional. Y ello pese a que, en ocasiones, su vehemencia en el discurso ha dado lugar a sonadas polémicas y enfrentamientos. Recientemente tildó de «payaso» al diputado forista Pelayo Roces y también chocó sonoramente con el arzobispo Sanz Montes.