No existe ninguna democracia avanzada -con la dieta de derechos y servicios que identificamos con el bienestar- sin partidos políticos y sindicatos fuertes. En Europa la sociedad hoy más próspera y sólida (Alemania) es también la que tiene los sindicatos más grandes y asentados. El discurso antisindical que lo va impregnando todo viene sólo de la ignorancia, de no saber que la construcción de las democracias sociales de Occidente es fruto en buena parte (por acción o por reacción) del poder sindical, y que el desmontaje de éste acarreará el desmontaje de aquéllas. Aunque los sindicatos lo han hecho mal -al encerrarse en sus viejos cuarteles (gran empresa y servicios públicos), ignorar los cambios en la economía y ser incapaces de alcanzar tamaño continental-, la ofensiva antisindical a la que asistimos no les reprocha, en el fondo, que no hayan hecho los deberes, sino que existan.