Agustín Argüelles pronto brilló entre las voces liberales que sonaron en las Cortes. Según el conde Toreno, era «brillante en la elocuencia, de ajustado lenguaje cuando se animaba, felicísimo y fecundo en extemporáneos debates, de conocimientos varios y profundos, particularmente en lo político, y con muchas nociones de las leyes y gobiernos extranjeros». Lo noble de su «acción nada afectada, lo elevado de su estatura, la viveza de su mirar daban realce a las otras prendas que ya le adornaban».