Oviedo, Eloy MÉNDEZ

La Universidad de Oviedo deja atrás el período que vio morir la clase magistral al estilo tradicional en beneficio de un sistema de evaluación continua más propio hasta hace muy poco de las etapas educativas inferiores. La adaptación de las titulaciones al «plan Bolonia», con sus luces y sus sombras, marcará para siempre estos cuatro años de mandato de Vicente Gotor, que ahora finalizan; pero el rector ha tenido, además, que enfrentarse a retos como hacer visible una institución cuatricentenaria en un contexto académico globalizado y de recortes presupuestarios. La fusión de centros o la consecución del sello de calidad del Campus de Excelencia forman también parte de su herencia, que pasará examen durante la campaña electoral que arranca hoy y que le enfrentará, hasta las votaciones del 15 de marzo, con la catedrática de Derecho Internacional Público Paz Andrés.

«Bolonia» llegó para cambiarlo todo. Las directrices impuestas por el Espacio Europeo de Educación Superior, al que se adscribieron numerosos países del continente, han revolucionado la manera de entender la Universidad. Con ellas se acabaron las licenciaturas y las diplomaturas y llegaron los nuevos grados, todos de cuatro años, con un trabajo de fin de carrera y con la obligatoriedad de realizar un máster para acceder al doctorado. Y, sobre todo, se impuso una concepción educativa basada en el trabajo diario del alumno, en perjuicio del examen único a final del semestre.

La transición entre los dos sistemas fue especialmente complicada. Gotor llegó a la sede del Edificio Histórico de la calle San Francisco el 8 de mayo de 2008 con todo por hacer, cuando otras universidades ya tenían adaptados sus grados. El grueso de esa labor recayó en Paz Suárez Rendueles, entonces vicerrectora de Ordenación Académica, y en su número dos, Covadonga Betegón. Tuvieron que elaborar un plan de convergencia a marchas forzadas, lo que provocó fuertes tensiones. El diseño y reparto de títulos, así como los planes de estudios, encontraron el rechazo de un sector del profesorado, que se quejaba de tener que hacer frente a una mayor carga de trabajo, y de muchos alumnos, que lamentaban la duplicidad de horarios y el traslado de unos edificios a otros para recibir clases. El malestar creó un caldo de cultivo que se desbordó en una multitudinaria manifestación que llenó el centro de Oviedo el 24 de marzo de 2011, en la que se mezclaron reivindicaciones variopintas.

El rector recibió en su despacho a los líderes de la convocatoria y, desde entonces, ha mantenido reuniones periódicas con ellos para atender unas reclamaciones que, de vez en cuando, aparecen colgadas de pancartas en los campus o pinchadas en las corcheras de las facultades. Por otro lado, la adaptación ha continuado hasta llegar a su ecuador en muchos grados. Queda por delante velar por su ejecución definitiva, aunque las aguas bajan ahora más tranquilas después del impacto inicial. Falta por saber cómo afectarán los ajustes en la contratación de profesores, necesaria para combatir el exceso de matriculados en algunos grupos y después de la política de prejubilaciones llevada a cabo desde 2009.

En paralelo a la implantación de los nuevos estudios, la Universidad tuvo que afrontar la fusión de centros, ante la inutilidad de las escuelas que sólo impartían los extintos estudios medios. Tampoco en este caso faltó la controversia. El rechazo de muchos docentes a enterrar facultades de gran tradición provocó encendidos debates y enfrentó a departamentos y decanatos. El punto álgido del malestar llegó con la dimisión de los máximos responsables de Historia, Octavio Monserrat; Filología, Enrique del Teso, y Filosofía, Vicente Domínguez, que se negaban a la creación de una gran organización conjunta bajo el nombre de Filosofía y Letras, con jurisdicción única en el campus del Milán. No obstante, su marcha permitió completar definitivamente el proceso.

Los malos tragos han ido acompañados de algunos brindis para la historia, como el que Gotor protagonizó el 27 de noviembre de 2009, una fecha que ha calificado «como la más feliz de mi vida profesional». El rector recibió aquel día, en plena celebración institucional de Santa Catalina, la noticia de que la Universidad de Oviedo era una de las nueve seleccionadas para el sello del Campus de Excelencia Internacional, concedida por los ministerios de Educación y Ciencia para que las instituciones beneficiadas pudieran atraer inversiones que les hiciera mejorar su posición en los «rankings» de valoración internacionales. A través de él se han creado dos «clusters», ligados al Medio Ambiente y las Ciencias de la Salud, y proyectos como la construcción de una estación para obtener energía no contaminante en alta mar, criticados a veces por la falta de concreción en fechas de ejecución y financiación.

Más allá de la política interna, la Universidad también ha tenido algunos choques con las administraciones, a cuenta de la financiación, con el Principado, o a raíz de la polémica protagonizada con el Ayuntamiento de Gijón a cuenta de la parcela donde se celebró la «Semana negra», anexa al campus de la ciudad. Recientemente, una sentencia dio la razón al Rectorado sobre la propiedad de la parcela, que se atribuyó inicialmente el Principado, por lo que el certamen dejará esta conflictiva ubicación. No obstante, la normalidad institucional ha sido uno de los empeños personales de Gotor desde que se puso la medalla rectoral y se vistió la muceta y el birrete negros.