No hay lugar para las medias tintas. La actual campaña electoral asturiana no va a ser precisamente la de la cortesía. La amabilidad, la afabilidad, no van con la manera de ser del actual presidente del Principado en funciones, Francisco Álvarez-Cascos. Sus formas ásperas, hoscas, acabarán imponiéndose. Los otros tres candidatos a la Presidencia del Principado, Javier Fernández (PSOE), Mercedes Fernández (PP) y Jesús Iglesias (IU) no van a tener otra opción, salvo sorpresa mayúscula, que olvidarse de la corrección política y utilizar las mismas armas que el líder de Foro.

Y lo van a tener que hacer aun siendo conscientes de que ese es el terreno en el que mejor se desenvuelve Álvarez-Cascos, el del encontronazo constante, el enfrentamiento, las descalificaciones hasta personales. Incluso cabe pensar que el actual jefe del Ejecutivo autonómico no concibe la política si no es desde la hostilidad, la rivalidad, el combate permanente.

La cabeza de cartel del PP, Mercedes Fernández, que durante la campaña de noviembre evitó la confrontación directa con Cascos, ha decidido ahora plantarle cara abiertamente, sin circunloquios ni evasivas. A la popular le molestaron sobremanera las referencias de su en otros tiempos mentor a la labor desempeñada como delegada del Gobierno en Asturias durante el 11-M y también a su trabajo en la Sindicatura de Cuentas, para lo que, por imperativo legal, tuvo que darse de baja en el PP, baja que ahora, de forma sorprendente, le echan en cara los casquistas.

Tras ocho meses de presidir un Gobierno que no gobernó, Cascos no tiene tras de sí ninguna gestión que le avale, ningún resultado con el que poder pedir el voto en los comicios del próximo día 25. Sólo le queda el victimismo y su reconocida capacidad para rentabilizar los enfrentamientos, la tensión política a la que tan acostumbrados tiene a los asturianos. Y eso es lo que está haciendo, crispar lo más posible.