En un histórico debate televisivo entre Nicolás Redondo y Marcelino Camacho, líderes de la UGT y de Comisiones Obreras, el primero le dijo a su contertulio aquella frase que ya ha entrado en la historia: «Mientes, Marcelino, y tú lo sabes».

Francisco Álvarez-Cascos, presidente en funciones del Principado de Asturias, estuvo anoche en Gijón, en un pabellón con menos público que en mayo, donde pudo cruzar la enésima línea roja que ha pisado en sus recientes relaciones con este periódico, LA NUEVA ESPAÑA, orgullo del periodismo asturiano y español. Y ha cruzado la enésima línea roja porque ha usado el cadáver caliente de un querido compañero, José Vélez, enterrado ayer en Oviedo, en el vano intento de azotar con él al consejero delegado y director general de esta casa, José Manuel Vaquero.

Miente el presidente del Principado cuando cuenta que José Vélez fue despedido de LA NUEVA ESPAÑA. Miente cuando relaciona el episodio de unas listas del sorteo de los quintos en el Rubín con la salida de Vélez del periódico. Vélez se fue porque en su libertad personal y profesional decidió escoger la «Hoja del Lunes» frente al periódico diario. Fueron los días en los que los periódicos asturianos decidieron salir los lunes, como lo hacían los del resto de España desde hacía muchos meses.

Eso fue todo, presidente en funciones. Ni despido, ni afán de creerse que las listas del sorteo militar eran propiedad de esta casa, ni mala conciencia en las páginas de recuerdo de un profesional admirable que iba de frente y no engañaba. Porque de engaños la Presidencia asturiana en funciones sabe mucho.

Lo que el presidente en funciones de Asturias pretende hacer inútilmente con este periódico no se ha visto en los años democráticos de este país. La paciencia con la que esta casa, sus propietarios, sus directivos y sus profesionales de la información han soportado la his teria casquista es admirable y ejemplar, pero lo de anoche en Gijón ha superado cualquier límite. Hay gestos obscenos y hasta asquerosos, y el de ayer lo fue en grado sumo. Por eso, un viejo profesional, con estancia en tres periódicos de este grupo y diecinueve años en la «Hoja del Lunes», que tanto amó José Vélez, tiene que rebelarse contra la mentira y cantar su orgullo de trabajar en LA NUEVA ESPAÑA.