Todo tiene un límite. Una campaña electoral no puede acabar convirtiéndose en un estercolero. No vale todo. Hay unas reglas que deberían ser de obligado cumplimiento. Por encima de todo está el respeto a los demás, a sus opiniones. Quien ni tan siquiera respeta esto está atacando un principio básico de la democracia. Se está poniendo al margen de ella. Utilizar a una persona fallecida con mentiras para atacar a un medio de comunicación, para atacar a LA NUEVA ESPAÑA, es algo que sobrepasa todo lo imaginable. Da pena y a la vez repulsión. Se podría ir más allá en los calificativos, pero sería caer en el juego sucio que está utilizando Francisco Álvarez-Cascos.

El líder de Foro tiene que darse cuenta de que es a la vez el presidente del Principado, es decir, el presidente de todos los asturianos, y que, como tal, está obligado a respetarlos a todos por igual. Se puede engañar a sí mismo, si quiere, diciendo lo contrario, pero en esta campaña electoral el único que está al margen de toda ética política es Francisco Álvarez-Cascos. Él es el único que no está respetando las más elementales normas morales y quien abusa de la mentira en la búsqueda de un puñado de votos, para lo que no duda incluso en intentar aprovecharse con embustes y falacias de la figura de un profesional de la información íntimamente ligado a éste periódico muerto el pasado sábado. Realmente patético.

Cascos ha llevado a esta región a una situación extrema, sin gobierno durante ocho meses y, lo que es peor, con un clima de crispación nunca antes conocido. Debería recapacitar. Por este camino sólo nos llevará al despeñadero.