A partir de un nivel, el paro puede provocar estallidos sociales, pero, aunque no alcance ese nivel, un paro creciente es consumo decreciente, con lo cual la economía se contrae. Para que baje el paro hay que crear empleo, y esto exige, por un lado, que fluya el crédito y, por otro, que aumente la confianza del inversor. Pero ni la banca deja dinero, porque tiene que devolver el que debe, ni el inversor se decide, porque no sabe si con este patio va a vender algo. A todo esto las administraciones se ven forzadas a subir impuestos, para no entrar en quiebra, con lo que reducen consumo e inversión. La receta para salir del atolladero no la tiene nadie, ni hay política a mano para romper la tendencia. ¿Vendrá la solución del cansancio? «Hasta se cansa la botella del buen vino», dice un poema de Fonollosa, y hasta la crisis se cansa de la crisis, añado yo, pues en algo hay que confiar.