Uno de los momentazos de «La guerra de las galaxias» se produce cuando Darth Vader descubre a Luke Skywalker su verdadera identidad: «Yo soy tu padre», revela con voz asfixiada, para horror y asombro del joven jedi. Cuando Izquierda Unida empezó a exprimir la imaginería de George Lucas, la escena parecía idónea para representar el combate por la supervivencia entre Francisco Álvarez-Cascos y Mercedes Fernández, antaño entusiasta admiradora, hoy tan desengañada. Pero luego IU se fue con los guiones por otras galaxias muy muy cercanas, y el asunto sólo fue aprovechado con una parodia de Juventudes Socialistas del dúo Pimpinela, más apropiado para las romerías.

Lástima, porque el desafío entre Cascos y Fernández es el destilado sintético del desgarro interno, de la severa neurosis que padece la derecha, ahora empeñada en el inevitable tránsito de crecimiento que los obliga a matar al padre que tanto quisieron. Hace décadas que el liderazgo real del PP no se corresponde con la presidencia orgánica -presidir presidieron Isidro Fernández Rozada y Ovidio Sánchez, mandar mandaron Álvarez-Cascos y Gabino de Lorenzo- y de esa escisión entre el enunciado y la realidad se derivaron las esquizotipias correspondientes.

El domingo decidirá el estandarte triunfal. Una vez conocido, bastará con observar el rumbo de las veletas, abundantes en la política, para conocer el nuevo Norte que indican las brújulas. Descontado el viraje de los girasoles -está en su naturaleza-, esta derecha, tan acostumbrada al tropel, a estampidas y banderías, no solucionará sus problemas hasta convertirse en un partido organizado y coherente, en el que su dirección orgánica se corresponda con el liderazgo social y la capacidad real de mando. Rajoy y Cospedal sabrán: ¿es compatible ese objetivo con el abrazo postelectoral a Foro, si este partido se lleva la primacía?

La respuesta remite a la pregunta principal del 25-M: ¿acabará el escrutinio con este sobresalto? El sucedáneo del resultado son las encuestas. Cada uno puede hacerles el caso que le venga en gana, pero todas las divulgadas coinciden en que el PSOE será el partido más votado. Varias calculan también que la suma de los escaños de la derecha alcanza los 23 diputados, listón de la mayoría absoluta. De ser así, ocurrirá como en el parchís: diez meses después de arrastrarse por el tablero, vuelven a la casilla de salida. Porque fue, precisamente, la falta de entendimiento entre la derecha el desencadenante de esta situación. Primero, con la incapacidad para gestionar pacífica y reglamentariamente la elección de su candidato; después, al naufragar las conversaciones para comprometerse en algún tipo de acuerdo; finalmente, en la ausencia de negociaciones para salvar el Presupuesto. La responsabilidad mayor corresponde, lógicamente, al Gobierno y a su Presidente. Ahora bien, comprar la mercancía de que el PP ha sido ajeno a la colección de desafueros de estos meses exige unas tragaderas superlativas.

Las campañas tienen sus liturgias. Por ejemplo, no hablar de pactos hasta el minuto siguiente al final del recuento. Hasta entonces, cada uno de los partidos mayoritarios repite que su único objetivo es el mejor resultado posible. Pero puesto que la política de acuerdos -mejor dicho, su carencia- ha sido el origen de estas calamidades, no aparenta nada extravagante pedir a la derecha que se manifieste, como se reclama a los espíritus en la güija: ¿están dispuestos al pacto? Vale la misma interrogante de los párrafos anteriores, pero a la inversa: ¿apoyará Foro al PP, si es que los populares recuperan el mando?

Cabrían, también, pactos transversales que superaran la barrera clásica entre derecha e izquierda, y que son una alternativa para tiempos convulsos. Pero es probable que ese paisaje resulte demasiado exótico para unos políticos que pueden presumir de muchísimas cosas, salvo de pasión innovadora: que los vídeos de IU y el de Juventudes Socialistas hayan sido los elementos más simpáticos de la campaña lo resume. Con ese planteamiento, el dibujo de los sondeos sólo otorga dos opciones. O bien la alianza de la derecha o bien el PSOE, impulsado por la expectativa de triunfo, se las arregla para dar el estirón necesario que les asegure una mayoría amplia para gobernar. John Reed escribió «Los diez días que estremecieron al mundo». A Javier Fernández, que ya está entrenado con el tour por Asturias, le quedan tres días para acelerar por un cambio que puede tener a tiro de piedra y evitar así el regreso a la casilla de salida.