Asturias está a la espera de saber quién será su próximo presidente. Una duda que no existía hace diez meses, tras la celebración de las anteriores elecciones autonómicas. En aquel entonces, desde prácticamente el mismo momento de conocerse el resultado del escrutinio, se sabía que el jefe del Ejecutivo iba a ser Francisco Álvarez-Cascos, porque así lo había decidido el número uno socialista, Javier Fernández, quien, asumiendo su derrota, anunció sin demora que no se presentaría como candidato ante el Pleno del Parlamento regional, dejando así expedito el camino al líder de Foro.

Javier Fernández fue muy criticado, incluso en el seno de su partido, por renunciar a la opción de ser presidente sin dar ningún tipo de batalla. Destacados socialistas le pidieron que plantara cara, le dijeron que tenía argumentos suficientes para hacerlo, como que, aunque Foro había sido el partido que había obtenido más escaños, el PSOE era la fuerza política con mayor número de votos (una incongruencia que no existiría de ser Asturias una circunscripción electoral única y no estar divida en tres como acordaron los redactores del Estatuto de Autonomía).

Pero Javier Fernández ni tan siquiera se planteó cambiar de opinión, ni se refirió al sistema electoral. Y así en la reunión que mantuvo con Cascos días después de los comicios se lo comunicó, le aseguró que renunciaba a ser candidato, lo que implicaba que él, el número uno de Foro, sería el presidente asturiano. Tan poco acostumbrado estaba Cascos a comportamientos tan sinceros que durante semanas estuvo declarando en público y en privado que Javier Fernández lucharía con él por la Presidencia del Principado.

El tiempo, por supuesto, le dio la razón al político que fue con la verdad por delante, al político que aceptó con elegancia su derrota (aun siendo el más votado), al político que ahora ha ganado los comicios y que, como tal, está intentando buscar los apoyos necesarios para poder ser investido presidente de la comunidad autónoma. Que Foro le criticase por comenzar a reunirse con otros partidos antes de conocerse el voto emigrante es una muestra más de la manera poco elegante de concebir la política de los seguidores de Cascos. Su recurso para anular unas papeletas llegadas del extranjero ponen en evidencia una falta de estilo, de finura, preocupante. No se está hablando de una ilegalidad o de una trampa de la que no se dio cuenta nadie, sino de una decisión adoptada por la Junta Electoral Provincial después de consultar la doctrina de la Junta Electoral Central.

¡Qué distinta la manera de proceder de uno y otro candidatos!, de uno que aceptó sin más el fracaso y de otro que no, de otro que pone el poder por encima de todo.

Si ya hay algo seguro sobre el futuro Gobierno del Principado es que no estará formado por socialistas y populares. ¿Se lo creerá ya Cascos o seguirá repitiendo su eslogan preferido de los últimos meses, el del pacto PPSOE?