Ya han hablado todos con todos (bueno, el PP e IU, no, pero no hacía falta) y tal como se esperaba todo sigue tan complicado en la política regional como antes incluso del 25 de marzo. Asturias sigue sin saber quién la gobernará en los próximos meses. Con las reuniones de los últimos días se han aclarado algunas cosas, pero insuficientes para vislumbrar por dónde puede ir la solución al desorden en la comunidad autónoma de los últimos diez meses.

Lo que no ofrece dudas es que el PSOE e IU votarán conjuntamente para que no gobierne la derecha. Hasta ahí llegan en estos momentos sus coincidencias. Que pueda haber un Gobierno de coalición o un pacto de legislatura o nada concreto (sólo disposición a negociar) es una incógnita a despejar en las próximas semanas.

Mucho más opaco se presenta el futuro de la derecha. En este caso no está ni tan siquiera garantizada una votación conjunta para cerrar el paso a la izquierda. Tanto Foro como el PP no paran de hablar de la necesidad de que haya diálogo, pero se quedan ahí; se guardan sus cartas. Desconfían, sobre todo el PP, de lo que pueda hacer el contrario. Los antecedentes no ayudan a facilitar el entendimiento, sino más bien lo contrario, hacen que prevalezca el temor, el recelo a que las disputas personales se sitúen una vez más por encima de los intereses generales de los asturianos, como sucedió con un Gobierno, el que todavía está en funciones, que nunca dio la sensación de estar dispuesto a agotar las vías de diálogo que dieran al traste con el adelanto electoral que finalmente se produjo.

Los comicios del pasado domingo dejaron un empate a 22 escaños entre la derecha y la izquierda, igualdad que en lo que a Foro y el PP se refiere es ahora más teórica que real.

En esta enrevesada situación política hace su aparición una nueva formación, la UPyD que lidera Rosa Díez, grupo que aparentemente está llamado a decantar la balanza hacia una u otra opción ideológica. Pero su único diputado en la Junta General, Ignacio Prendes, sabe que si no se apresura, que si es paciente, a lo mejor, evita ser la solución al problema para quedarse sólo en un mero testigo de un desacuerdo entre dos partidos que han llevado sus diferencias a un extremo tal que quizás hagan imposible una reconciliación.