Junto al paseo, entre las grandes rocas batidas por el mar, disfruta del sol protegida del Nordeste una colonia de correlimos, tal vez preparando su inminente migración hacia regiones árticas. Muy cerca, cientos de paseantes hacen su ruta, arriba y abajo, cruzándose y mirándose. A buena distancia, una colonia de surfistas lidia faena con la ola, pendientes sólo de pillarle la intención. En el cielo, a gran altura sobre el agua, una nube dispersa de gaviotas se columpia en el aire, sin ocupación aparente. Muy al fondo, al otro lado de la concha, una amplia colonia humana sale de la iglesia marítima que cierra la bahía, y sin duda batirá sus palmas en el aire, en esta mañana del Domingo de Ramos. En general, las diversas colonias no se miran. El mar es el decorado común a todas ellas, o el centro de la escena, pero parece metido también en lo suyo, pendiente sólo de no perder el ritmo.