Es tal la conexión indisoluble entre socialismo y cultura que la fuerza de aquél depende de la cultura de cada pueblo? El Partido Socialista tiene que ser el partido europeizador de España. Ortega

Desde las primeras elecciones democráticas de 1977, el partido político que tuvo más poder en España, tanto en el Gobierno de la nación como en las autonomías y ayuntamientos, fue el PSOE. Si trasladamos esto a Asturias, la omnipresencia de esta formación política vino siendo aún mayor. Bueno sería, por no decir imprescindible, que desde las propias filas se hiciese balance de los resultados de su paso por el poder durante décadas. Bueno sería que se repensase qué significa actualmente ser de izquierdas, que, perdón por la obviedad, va mucho más allá de una mera cuestión de siglas. Alguien tendría que preguntarse si, tras tantos años de poder, la sociedad de hoy es menos desigual que entonces; si hay motivos objetivos para la satisfacción y el alborozo; o si, antes bien, lo que toca es una severa autocrítica.

Y si nos ceñimos a Asturias, el panorama político abierto tras el 25 de marzo, que le brinda muchas posibilidades al PSOE de volver a gobernar en esta tierra, es cualquier cosa menos alentador. Desde luego, Javier Fernández no es, por fortuna, Tini Areces, y es de esperar que, al menos, haya una decidida voluntad de no volver a incurrir en los errores, excesos, despilfarros y nepotismos del antiguo disidente del PCE en Perlora.

Durante la campaña, que fue cualquier cosa menos brillante, el señor Fernández insistió en salvaguardar derechos básicos como la educación y la sanidad, algo que va en el guion. Distinta cosa sería saber qué entiende don Javier por educación pública de calidad y qué mapa sanitario piensa potenciar en Asturias. Y si, tras tantos años de Gobierno en España y en Asturias, la apuesta por la enseñanza pública nunca estuvo por encima de los privilegios a la concertada, sería difícil pensar que los planteamientos venideros serán diferentes. Y si el PSOE es el máximo responsable de la LOGSE, es decir, de un sistema educativo demagógico con resultados nada buenos, tampoco hay motivos para el optimismo. Y si a todo ello añadimos lo que supuso el «caso Riopedre», mazazo no menor que el «Petromocho», que nadie nos pida un entusiasmo imposible.

Y, en lo que se refiere a la situación política asturiana propiamente dicha, habría que saber qué criterios tiene don Javier con respecto a las políticas medioambientales que se vinieron llevando a cabo durante el arecismo, convirtiendo al occidente de Asturias en un inmenso parque eólico y permitiendo prácticas de extracción mineras como mínimo peligrosas. Ello por no hablar de los caciquismos locales en ayuntamientos pequeños gobernados en muchos casos por la izquierda de siglas. Ello por no hablar de unas políticas que, en el campo, la industria y la minería, consistieron en hipotecar el futuro de las generaciones venideras, políticas en las que tuvo mucho que ver su partido. Ello por no hablar también de una de las grandes asignaturas pendientes del PSOE llariego, como es su recelo ante todo lo que rezume asturianismo, olvidando, entre otras cosas, que lo mejor que hemos tenido intelectualmente, desde Jovellanos hasta el llamado «Grupo de Oviedo», no renegó nunca de la cultura asturiana, sin que aquello colisionase en modo alguno con un universalismo que en su momento situó a Asturias en la vanguardia de las letras y el pensamiento español.

Ya no vale una izquierda de siglas que siga renunciando a una sociedad menos desigual, más libre y más culta. Ya no vale un forofismo que mira para otro lado ante los escándalos de corrupción si son de la casa, al tiempo que pone el foco en el adversario.

Puede que PSOE e IU formen y conformen el nuevo Gobierno de Asturias. Pero es seguro que si sólo son izquierda de siglas y no en sus políticas, la decepción y el desencanto no hagan más que incrementarse.

Y la gran lección que deberían tener aprendida es que la Asturias que les toca gobernar será, en gran medida, su propia herencia. No tienen fácil malbaratarla y empeorarla, aunque todo es posible. Y tampoco es difícil que mejoren lo hecho por sus antecesores, aunque en el caso de IU ni siquiera se esperan cambios de personas y, por lo tanto, menos aún de discurso y políticas.

Hay otra cosa que la izquierda de siglas debería tener muy presente: cuando el PSOE llegó a la política española era, entre otras cosas, un gran valedor para la modernización de España y Asturias. Lo paradójico y descorazonador de estos años de reinstauración monárquica es que, sobre todo en el caso de Asturias, lo fue de aislamiento, con un discurso sorpresivamente nada asturianista. Resulta irrenunciable desear que eso cambie, por mucho que sobran testimonios para el escepticismo.

Y, en todo caso, estoy deseando conocer argumentos del PSOE e IU que puedan resultar convincentes a la hora de hacernos creer que son de izquierdas en algo más que en las siglas.