Dice Gaspar Llamazares (IU) que está muy tranquilo. Que lo suyo, en concreto los tratos entre Jesús Iglesias y el socialista Javier Fernández, progresa adecuadamente y que el problema está en la derecha, donde «prima más la bronca que el encuentro». Aventurar que el PP apoyará a Foro en la investidura es una apuesta poco menos que suicida. Que la izquierda reunirá sus 22 diputados en la primera votación se da casi por hecho.

A la espera de lo que decida UPyD y con Cascos de momento callado respecto a un asunto tan goloso como los presupuestos de Rajoy, en la dirección nacional del PP tienen claros los caminos posibles. ¿Botella de oxígeno al líder de Foro, el hombre que pretende asfixiar a los populares a toda costa, o disparo en el pie y ver pasar un gobierno de la izquierda para, mientras, regenerarse? Cobra fuerza la segunda opción, que no obstante requerirá un gran esfuerzo de pedagogía con el electorado.

La fulgurante irrupción de Foro ha enfangado el debate político en el último año largo, pero también ha sacudido al PP, obligado a reaccionar frente a un rival que ya le ha ganado dos veces.

Con FAC se alinea la rama más descontenta y en algunos casos más dura de tradicionales votantes del PP y también asturianos de buena fe convencidos de que Cascos era el gestor ideal para salir de la crisis y azuzar a los populares de Madrid a favor de la región; personas que no perciben ni, por supuesto, comparten los vicios ultras que sí anidan entre los dirigentes de Foro: autoritarismo, intransigencia y férrea disciplina de partido.

«No nos diga eso de centro-derecha, que nosotros somos otra cosa», le soltó Pelayo Roces, de la guardia pretoriana casquista, a Joaquín Aréstegui (PP) durante las escasas e infructuosas negociaciones de hace un año. A estas alturas, en una y otra esquina del ring tienen claro que no son lo mismo. Pero, ¿lo piensan sus electores?

El runrún callejero de la última noche electoral y los días posteriores, tensos por el recuento del sufragio emigrante, dejaba entre el votante medio conservador la duda de si sumarían veintidós o veintitrés, dando por hecha la reconciliación Foro-PP. Lo que no había sido posible en diez meses iba a producirse en cuestión de días gracias a la vieja -y, por cierto, maltrecha- amistad de Mercedes Fernández y Francisco Álvarez-Cascos.

Al PP le castigaron las urnas por segunda vez en menos de un año y a Foro se le escurrieron 54.000 votos, cuatro diputados y casi cinco puntos porcentuales de apoyo. En 2011, la derecha tenía 26 diputados y ahora solo le quedan 22.

A los dos partidos les pesó la alta abstención. A los populares, por hastío del votante, y a los foristas, por el «esto no es lo que esperaba» que, pese al todavía numeroso apoyo logrado, decepcionó a muchos de los que creyeron en el proyecto. Si no textual, algo muy similar dijo Rosa Trapiello, una de las 14 fundadoras de Foro, después de abandonar el partido. Discreta, denunció «falta de democracia interna y desencanto» con la experiencia.

Ahora Foro necesita al PP, pero para los populares resistir es una cuestión de supervivencia.