Hay que leer el decreto de nacionalización de Repsol para entender de qué va la cosa, más allá incluso de sacar la leche a la Vaca Muerta (gran yacimiento descubierto allí). Se acusa a Repsol de haber desvalijado («vaciado», «predado») YPF, o sea, de haberse llevado su oro negro, igual, añado, que se decía de España con el oro de América. Ése es el hilo conductor de los sentimientos populares, todo un yacimiento enterrado para el político. La patria lo justifica todo, pero aquí también: el Gobierno se ha apresurado a envolver a Repsol en la bandera de España, y a levantar esa bandera. «Habla bajo y lleva un buen garrote», recomendaba el presidente Theodore Roosevelt para negociar. Aquí, sin tener garrote, se ha hablado demasiado alto. Al final el Gobierno llevará a la Argentina a alguna instancia internacional, con gran aparato eléctrico, eso sí, para enterrar la vaca. O a lo mejor ni eso.