El pasado sábado, 21 de abril, recorrí la senda del Cares desde La Trapa para ver de cerca el derrumbe que se produjo en ella y del que dio cumplida noticia LA NUEVA ESPAÑA. Una vez visto y después de contemplar con detalle la situación en que quedó el lugar, he de confesar que regresé preocupado porque el desastre presenta mayor gravedad de la que se dijo y su arreglo se me antoja bastante complejo.

Es preciso comenzar por la ubicación exacta del sitio en que ocurrió, ya que en un primer momento se indicó que quedaba entre La Viña y Culiembro, cosa que no me cuadraba, ya que se había derrumbado la roca conocida como La Madama de La Huertona y ésta, La Huertona, se aloja más allá de Culiembro. En efecto, el siniestro tuvo lugar al final de la inclinada ladera de La Huertona, muy cerca del punto que separa las provincias de Asturias y León. Debemos reseñar que la vertida ladera de La Huertona ha tenido siempre una trágica historia, pues en ella se despeñaron varios cainejos, de los que recuerdo a Eutimio Gao Pérez, nieto de Gregorio El Cainejo e hijo del famoso Domingo Gao y de Toribia, tercera hija del conquistador del Urriello. De sus hermanos viven todavía Teófila, que con 15 años de edad fue la segunda mujer que ascendió el Naranjo de Bulnes, y Alfonso, de cuya amistad me honro.

Analizado con detenimiento el corte de la senda, he comprobado la existencia de numerosas grietas, algunas de preocupante grosor, tanto en el terreno inferior como en el superior. Esas grietas verticales, propias de los movimientos de ladera, similares a la que causó el desastre, exigen un saneado riguroso de toda la pared con el fin de evitar nuevos siniestros. Y me estoy refiriendo a siniestros que no sólo afectarían de nuevo a la senda, sino también, y principalmente, a la seguridad de los viandantes, ya que las grietas superiores pueden originar caídas de grandes piedras sobre ellos. No me refiero a hipotéticos riesgos que puedan producirse con el tiempo. Esas piedras altas pueden caer de un momento a otro.

A la vista de todo ello, es urgente, como he dicho más arriba, sanear previa y enérgicamente los muros y la pared, derribando todo lo que esté agrietado, lo cual supone agrandar el hueco que el derrumbe ha producido. En cuanto a las grietas del suelo inferior, son perfectamente visibles en la parte que da a Caín, por lo que dudamos de su estabilidad. No sé cómo estará la parte de Culiembro, ya que no pude pasar a la otra orilla. En cualquier caso, no parece solución correcta la simple colocación de un puente, con todas las vigas de sujeción que se quiera. Estimo que es pan para hoy y hambre para mañana, por el peligro de nuevos hundimientos. Serían desastres anunciados y advertidos con suficiente antelación. Sin duda, los criterios que mantengan los ingenieros y geólogos son de mucha mayor consideración que la opinión de un profano como yo, pero soy partidario de horadar y profundizar en el muro de la derecha, agrandando la visera, que podría convertirse en un pequeño túnel, para enlazar con la senda del otro lado un poco más allá de la curva. Naturalmente, estoy proponiendo una obra de consideración, costosa y larga en el tiempo, por lo que habría que acometerla de inmediato si se quiere reabrir la senda para el verano. Yo soy pesimista en el mantenimiento de ese plazo, salvo que se instale un paso provisional para salvar la temporada alta de turismo, pero que exigiría paralizar la obra principal, que se retrasaría muchísimo. Una vez más digo que por muy provisional que sea la solución inmediata que se adopte, hay que proceder de inmediato a tirar las piedras altas, que están casi desprendidas.

Acabo de decir que no pude pasar al otro lado para ver el estado del suelo de la parte asturiana. Por la parte inferior de La Huertona se traza el camino antiguo de los pastores que salvaba precisamente este acantilado antes de que se abriera la actual senda y se perforaran los muros. A finales de la década de los diez del siglo pasado, por orden del ingeniero Manuel Ocharán y bajo la dirección de Mariano Zubizarreta, la Electra de Viesgo acondicionó unos rústicos peldaños para facilitar el paso de sus operarios por tan arriesgado precipicio. Por esta razón se llama a este itinerario la Escalerona o el Escalero de La Huertona, asombroso trayecto que se observa bien desde la parte inferior de la frontal canal de La Raíz. Hoy su recorrido es mucho más difícil y arriesgado a causa de la caída de alguna de esas piedras que formaban la escalera, hasta el punto de que las cabras pueden efectuarlo en un sentido, hacia Caín, pero no en el otro, ya que, al llegar a ese punto, pueden saltar para descender, pero no pueden elevarse al cambiar de dirección.

Estaba dispuesto, junto con mis compañeros, a intentar ese paso, que nos permitiría conocer con toda minuciosidad la situación de las rocas después del argayo, pero al asomarnos vimos que las peñas brillaban como si hubieran sido bruñidas. Esto evidenciaba que estaban sumamente resbaladizas. Es de tener en cuenta que estuvo todo el día lloviendo y que en aquel momento diluviaba. En esas condiciones era imposible acometer el paso por el alto riesgo de tener un accidente mortal. Hubimos de dejarlo para mejor ocasión.

El corte de la senda no impide a los montañeros el recorrido de toda la garganta. Tenemos la solución del recorrido que hicieron los lugareños durante siglos. Me refiero al cruce del río desde Culiembro para subir hasta El Pando, superar Impividre y bajar por el Sedo Inabio a la canal de La Raíz, la cual habrá que descender, y por El Barrenao llegar a Los Papos para subir por la riega de Cabrerizas hasta La Sota, donde se entronca con la senda. Ciertamente, es un recorrido exigente, pero esta circunstancia le añade mayor interés montañero.

Estamos hablando de un itinerario de antiguas resonancias históricas. De 20 de enero de 1449 es el laudo arbitral que intentó superar los conflictos territoriales entre los concejos de Cabrales y Valdeón. En él se decide que «del Sedo del Enavio al Collado de Turonero fasça Valdeón que sea libre e quito para el Conçejo de Valdeón... E para esto mandamos que pongan fitos y mojones e sennalles encima del Sedo del Enavio». Más de un siglo después, el 5 de noviembre de 1573, tuvo lugar la renovación de cercas y mojones entre Valdeón y Cabrales, marcando con un pico una cruz en dicho Sedo para indicar los términos. También quedó así recogido en las Ordenanzas de Cabrales de 2 de abril de 1773, que cita expresamente al Sedo del Inabio. Finalmente, Aurelio del Llano dejó en su libro «Bellezas de Asturias» la reseña de su excursión por la «garganta divina», de Caín a Poncebos, guiado por un lugareño de Caín el 9 de agosto de 1926, y dice: «Por una pendiente fortísima, sembrada de piedras movedizas, entramos en el Sedollinabiu, donde algunos tramos del sendero están labrados en la roca; otros forman cornisas verticales, a centenares de metros sobre el río. Este paso es emocionante».

Qué duda cabe de que se trataría de una vuelta a los orígenes.