Ninguno de los dirigentes asturianos del PP es proclive a pactar con Cascos y sin embargo acaban de subirse a ciegas a su mismo barco, sin capitán y con rumbo desconocido: no se sabe todavía si a la Presidencia del Principado o a la oposición. El miedo al castigo de su propio electorado si dejan pasar otro Gobierno de izquierdas en Asturias y la actitud de Cascos, que ha pasado del hostigamiento a la entrega, seguramente más fingida y utilitaria que real, han propiciado esta esquizofrenia.

Ahora, con la imperiosa necesidad de contar con el apoyo del PP para gobernar, el líder de Foro muda radicalmente de piel. De llevar constantemente a los populares al estrelladero ha pasado a guardar un clamoroso silencio sobre todo lo que hacen. Está dispuesto a entregarles lo que le pidan. Menos una cosa, la Presidencia del Principado, la única línea roja de la negociación.

El acercamiento corre por cuenta y riesgo de Mercedes Fernández, «Cherines». Sólo consultó con la dirección nacional la decisión de entrar en la jaula. Y recibió los parabienes o una respuesta ambigua, made in Rajoy. A sus compañeros asturianos, que se enteraron cuando era un hecho consumado, los mantuvo al margen. La actual presidenta del PP regional tenía cada vez más difícil resistir los requiebros de Cascos para navegar juntos. Ideológicamente nada les separa. Sus programas son idénticos. En el PP sostienen incluso que Foro se lo copió. Cherines asegura que así se lo dijo a Cascos en la ultima reunión de ambos.

Al poco de iniciar las conversaciones, Cascos ya quería repartir consejerías de un hipotético gobierno de la derecha, en el que es casi imposible que los populares entren aunque, si todo sale mal, se vean forzados a respaldarle. Antes que ir a rebufo, Mercedes Fernández tomó la iniciativa y propuso el pacto sin conductor que ahora se discute con la intención de lograr la Presidencia del Principado para ella.

Dio el paso adelante cuando tuvo la intuición, por informaciones propias y de los cenáculos madrileños, de que el diputado de UPyD, Ignacio Prendes, el fiel de la balanza, era más favorable a votar a la izquierda y, en todo caso, no era partidario de que Cascos siguiera. El inventor de Foro, por contra, aseveró en todas las entrevistas con el PP que Prendes caería de su lado. Mercedes Fernández conoce la nula disposición de Cascos a ceder la Presidencia. Lo peliagudo es cómo vestir después un desacuerdo y justificar la ruptura del bloque de los conservadores.

Unos movimientos tan en el alambre han puesto de los nervios a muchos militantes del PP asturiano, que temen verse ante la eventualidad de votar a Cascos como candidato al Gobierno de Asturias porque ninguna de las circunstancias que puede evitarlo están bajo el control de Mercedes Fernández. Casi todos defienden la legitimidad de la «lideresa» asturiana para aspirar al sillón. Unos son antes más partidarios de lograr que Cascos desaparezca, y junto a él sus más recalcitrantes seguidores. Otros se muestran más permisivos y conciliadores.

Con la maniobra de reclamar el Principado aunque sea la tercera fuerza, el PP trata de que Cascos ceda los votos a su antiguo partido por considerar que se los llevó de mala manera y sin haber hecho oposición alguna durante los ocho años en los que él estuvo de vacaciones políticas dedicado al arte de decorar instituciones públicas y Asturias, padeciendo gobiernos de izquierda. Quienes así piensan tachan de oportunista al ex ministro por limitarse únicamente a capitalizar el descontento asturiano con la gestión del PSOE y con la oposición realizada por los populares.

El PP ya pagó tributo suficiente, opinan, cuando Cascos estaba en sus filas por la división interna a la que siempre lo sometió, lastrando sus posibilidades electorales. Cascos nunca paró de mover los hilos ni siquiera cuando estaba retirado. Sin pintar ya nada en el PP, exigió, por ejemplo, al entonces alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, que colocara a Mercedes Fernández en la Sindicatura de Cuentas. Resultaría paradójico ver a los populares aliados con un grupo, Foro, en descomposición, que adolece de falta de democracia, apoltronamiento, intolerancia y deserción, los mismos males endémicos achacados al PP y por los que necesita reconstruirse.

Los más reacios a encamarse con Cascos consideran, en cambio, que lo principal es regenerar el PP sin relación alguna con Foro. Desde su perspectiva, la mejor solución pasa por que los tribunales confirmen el escrutinio y que UPyD apoye al socialista Javier Fernández. Una derrota ahora, calculan, sería una victoria a medio plazo. Entienden que mientras el PP se reconstruye, ya sin influencia alguna casquista, el PSOE sufrirá un gran desgaste en el Gobierno del Principado. Los próximos años serán muy duros para España, y en particular para Asturias, y en las elecciones dentro de tres años el PP estaría en condiciones de desbancar a los socialistas.

Los críticos con cualquier cortejo parten del convencimiento de que Cascos no aguantará en la oposición, tirará la toalla y Foro se deshará como un azucarillo en un vaso de agua. Pero como el PP de Asturias está en una fase de transición, con mil divisiones internas y una presidenta nombrada a dedo por Madrid pero sin base alguna que la respalde, todo son dudas y conjeturas.

Hay un diputado en el aire, nadie sabe a ciencia cierta qué hará UPyD y eso multiplica la incertidumbre. ¿Será capaz el PP, caso de producirse esa tesitura y de ser víctima de su propia estrategia de alto riesgo, de votar a Cascos para hacerle presidente de Asturias? ¿Lo hará sabiendo que ese es el camino más seguro hacia su suicidio como partido? ¿Tomaría esa decisión si Cascos se plantara exigiendo la Presidencia y pudieran gobernar juntos?

En el supuesto -difícil de entender a juzgar por lo que transmiten los dirigentes populares- de que el voto procasquista fuera aprobado y de que Rajoy lo autorizase, ¿aceptarían los diputados del PP la disciplina del partido para embarcarse hacia el precipicio? Ya lo que a Asturias le queda por vivir es un «tamayazo» pero a la inversa. La abstención del diputado socialista Eduardo Tamayo y de una compañera otorgó la presidencia de la comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre en 2003. Aquí, de darse, sería al revés: una fuga en las filas populares para encumbrar al socialista Javier Fernández. Ante un panorama de este jaez, no es de extrañar que un cualificado militante del PP comentara ayer con sorna asturiana: «Algo tenemos que hacer para que Cascos nos rechace el acuerdo y recaigan sobre él las culpas del fracaso de la derecha».