En la entrega, anteayer, del premio «Cervantes», el premiado ha logrado lo más difícil siempre, un vuelco en las formas, que sólo es posible si existen las formas. Lo decía así una invitada legendaria, la cantante Patti Smith: «Sin la ceremonia la anarquía no tiene sentido». Más de medio siglo después, los gases tóxicos de la generación Beat, con la que Nicanor Parra intersecta oblicuamente, son como una supernova, estrella muerta de la que aún nos llega su pasada luz. La mejor manera de estar presente Parra, un genuino Parra no contaminado ni recuperado por el orden, era no estar en la ceremonia, pero sin rechazar el premio, pues los portazos son propios de una moral alternativa (y además no permiten cobrarlo). Tampoco estaba el Rey, por otros motivos. Sin Parra y sin el Rey todo tenía sentido. ¿Se lo dará de una vez Rajoy a Arrabal, a quien a fin de cuentas se le aparece la Virgen?