En España todo el mundo es monárquico, salvo el republicano de verdad, o sea, el que quiere que se vaya el Rey y venga la República cuanto antes. Hay monárquicos españoles de tantas clases como las hay de católicos españoles: creyentes y practicantes, creyentes no practicantes, practicantes no creyentes, agnósticos consentidores, republicanos accidentalistas, anarcomonárquicos y lectores de papel cuché. Ése es el gran triunfo de la Monarquía, haberse convertido en un modo de estar, sin necesidad de ser (salvo los que son y están en Zarzuela). Todos ellos, casi sin excepción, se han erigido en tutores de la Casa Real, le han pedido al Rey que pida perdón, se lo han concedido y ahora le dicen cómo actuar, a modo de penitencia. Pero si Franco no lo logró, y (algo antes) tampoco el Cid con el que le tocaba, menos lo hará un poder tutorial tan difuso, confuso y despistado. Casi mejor así.