Oviedo, Pablo GALLEGO

Pegado a una habano, como atestiguan muchas de las fotografías que ilustran sus años al frente del Gobierno regional, la vida política de Sergio Marqués en la primera línea de batalla comenzó de la mano de Francisco Álvarez-Cascos y terminó por ella. Porque fue el entonces vicepresidente del Gobierno y secretario general del PP, hoy jefe del Ejecutivo asturiano en funciones, quien decidió que era Marqués (Gijón, 1946-2012) quien debía medirse al socialista Antonio Trevín para tratar de arrebatar al PSOE la Presidencia del Principado. Lo logró, pero tan pronto comenzó su mandato, empezaron las diferencias con el partido al que se afilió pasada la treintena.

Según reconoció muchos años después, tantos como doce, ése fue su «primer gran error»: «No estaba en el partido que me correspondía», dijo. Aun así, añadió a renglón seguido, a la entonces Alianza Popular (AP), a la que se afilió en 1977, no le llevó nadie «engañado». Fue por decisión propia, consciente de lo que hacía. Y más allá de llevar el carné en la cartera, comenzó a participar en política mientras trabajaba como abogado, la misma profesión a la que dedicó sus últimos años, hasta ayer mismo, en su viejo despacho. «En los primeros mítines en los que intervino Cascos, yo estaba con él. Si no recuerdo mal, el primero fue en Villaviciosa», rememoraba.

Después de aquellos escarceos políticos, superada una etapa de actividades industriales y comerciales en diversos países latinoamericanos, Marqués dio el salto a la política regional. Fue en las elecciones autonómicas de 1987, en las que el entonces presidente del PP asturiano, Isidro Fernández Rozada -hoy senador- concurría como candidato popular. Perdieron frente a Pedro de Silva, y de nuevo quedaron en la oposición en 1991, con el mismo candidato, esta vez frente al socialista Juan Luis Rodríguez-Vigil.

A la tercera -tras el escándalo del «Petromocho», el ascenso de Antonio Trevín a la Presidencia regional, y con Marqués aupado a la vicepresidencia del partido como portavoz adjunto-, llegó su momento. Rozada, dicen que por consejo-orden de Álvarez-Cascos, renunció a ser cabeza de cartel electoral por tercera vez, y el comité regional electoral propuso al diputado Marqués. El comité nacional lo proclamó entonces candidato a la Presidencia regional, y «n.º 1» del partido en la lista de la circunscripción central. Marqués, a la primera, ganó las elecciones.

Sergio Marqués se convirtió, el 11 de julio de 1995, en el quinto presidente del Principado. Fue presidente por votos y porque entonces IU, capitaneada por Julio Anguita, no quiso pactar con el PSOE. Quienes vivieron de cerca el ascenso y caída de Marqués a manos de sus propios compañeros de partido cuentan que los problemas comenzaron ya desde la noche misma de la victoria electoral. Era Marqués, como presidente, quien pretendía dirigir la actividad del Grupo parlamentario Popular. Y lo hacía mientras afirmaba que iba a abandonar la vicepresidencia del partido, como hizo después. Ahí, afirman algunos , comenzó su aislamiento.

Convertido en el primer y, hasta el momento, único jefe del Ejecutivo regional del PP, en su primer Gobierno hubo seis consejeros: Ramón García Cañal, como vicepresidente y consejero de Cooperación; Juan Alsina, en la cartera de Economía; María Victoria Rodríguez Escudero, titular de Cultura; Antonio Cueto, consejero de Servicios Sociales; Juan José Tielve, responsable de Fomento, y Luis Peláez, consejero de Agricultura. Era la Asturias previa a las transferencias, y los asuntos de educación y sanidad se lidiaban en la Delegación del Gobierno. Austero en las formas -muchos recuerdan aún su coche, un Hyundai blanco con el que llegó y se fue de la Presidencia-, y con jornadas maratonianas en el Gobierno, Marqués rozaba la obsesión en la puntualidad, también en los tiempos políticos.

A sus desencuentros con el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo; con la junta local del PP en Gijón -que presidía Mercedes Fernández, hoy presidenta de los populares asturianos-, o con el Arzobispado, se sumaron las discusiones entre el Gobierno y el partido a cuenta de algunas de las iniciativas de Marqués. Por ejemplo, los Presupuestos regionales de cada año, la ley del Asturiano, o los proyectos de Fondos Mineros. La legislatura avanzaba, y mientras, en su partido, el malestar era más que evidente, desbordando los límites internos de la organización y saltando a la esfera pública.

Fue en una convención en Cangas de Onís, a finales de febrero de 1998. Ese mismo día, por la tarde, la cúpula del PP acudió a una reunión en la finca de Benia de Onís del alcalde de Oviedo, a la que Marqués no estaba invitado. El ataque era frontal, pero Marqués continuaba viéndose como parte del PP. Tres años después de su victoria electoral, el entonces presidente afirmaba que la economía asturiana, de la mano del PP, empezaba a despegar. Era el 10 de marzo de 1998, el tiempo de la privatización de Aceralia y de los primeros pasos del Plan Nacional del Carbón. También el principio del fin, aunque Marqués decía sentirse respaldado y estaba dispuesto a repetir como candidato.

«Hubo un proceso de auténtico acoso y derribo, que sufrí no por parte de mis adversarios políticos, sino de mis propios compañeros de partido», relató Marqués en su última entrevista con este diario. Su rival, el mismo al que había ido a escuchar en sus primeros mítines: Francisco Alvarez-Cascos, entonces vicepresidente del Gobierno de Aznar, «general secretario» y casi «tutor» del Principado. Cuando Cascos acudía a Asturias con la delegación expresa del Presidente del Gobierno central, situándose -como marca el protocolo- por delante del jefe del Ejecutivo regional.

En abril de 1998, en la convención de Oviedo, Cascos respaldó a Rozada en la dirección regional. Él «sí tiene muy claro el proyecto», afirmaba. En este movimiento unos vieron una decisión normal dentro de un partido, y otros una conspiración contra el presidente del Principado, que acabó pidiendo la mediación de Aznar o de Ángel Acebes, como responsables nacionales del PP. Aunque Avilés era fiel a Marqués, que se sentía «con plena fuerza moral» para continuar en el cargo y reclamaba una «limpieza» en el partido, el PP pedía a sus alcaldes que se alejasen del Presidente.

El desencuentro en un acto en El Entrego sobre minería al que estaban invitados Álvarez-Cascos y el consejero de Fomento, Juan José Tielve, fue la gota que colmó el vaso. Cascos exigió la marcha del Consejero, y amenazó a Marqués por su «reiterada indisciplina». El Presidente no acudió al comité ejecutivo en Madrid, y consideró «una ofensa» las peticiones para que cambiase su Gobierno. Rechazó el ultimátum de Cascos, y afirmó que sólo dejaría la Presidencia si presentaban en su contra una moción de censura. El PP retiró entonces su confianza a Marqués y lo expulsó del grupo parlamentario, pero la moción de censura nunca llegó.

Expedientado y suspendido de militancia, Marqués consiguió acabar la legislatura con el apoyo de sólo tres de los 21 diputados con los que había iniciado el mandato, ahora en el Grupo Mixto, y fuera del PP. La finalizó, en una suerte de victoria pírrica, pero como presidente de un partido de corte regionalista creado por él a finales de 1998, la Unión Renovadora Asturiana (URAS), llamado a «defender la dignidad de Asturias». En 2003 terminó su vida política, como parlamentario y presidente de URAS, formación que desde entonces no ha vuelto a obtener representación parlamentaria. Y volvió el abogado.

Oviedo, P. GALLEGO

Marqués, que siempre apuntó a Cascos como la causa de la división de la derecha asturiana cuando él gobernaba, también lo responsabilizó trece años después del enfrentamiento abierto actualmente entre el PP y Foro Asturias. Ése fue su testamento político, una mezcla de reflexión final y advertencia a sus antiguos compañeros de partido. «Uno de los "hobbies" de la derecha es que, cuando está en el poder o en la proximidad del poder, tiene que hacer algo para ver cómo lo pierde», afirmó en su última entrevista radiofónica, hace poco más de una semana. En su pasado como presidente reconoció que surgieron cosas, «llevadas muy de la mano por quien hoy es presidente de uno de los partidos que causan toda esta distorsión», Álvarez-Cascos. «Olvídense de que pertenecen a la derecha o a la izquierda. Piensen que hay una Asturias con un problema enorme encima», sentenció. El testamento político de Marqués, además de esta última advertencia, tuvo una primera entrega hace poco más de un año. En su última entrevista con este diario, Marqués advirtió a sus ex compañeros de partido que pactar con Foro tras las elecciones -en este caso, tras las del pasado mayo-, sería un «suicidio político». Algo que muchos otros populares aún piensan hoy.