La idea revolucionaria de la nación, nación española, como titular de la soberanía, ya había sido expresada por el canónigo ovetense Francisco Martínez Marina, en carta dirigida a Gaspar Melchor de Jovellanos: «Faltando el monarca, no por eso deja de existir la nación en la cual permanece como en su centro la autoridad soberana».

El conde de Toreno también expresó con claridad que la soberanía es inherente a la nación, reside esencialmente en ella, porque «es inajenable, cualidad de la que no puede desprenderse la nación, como el hombre de sus facultades físicas, porque nadie en efecto podría hablar y respirar por mí; así jamás delega el derecho, y sólo sí el ejercicio de la soberanía».