Oviedo, M. J. I.

Macrino Suárez era un hombre sencillo, y una de las cosas que más le gustaban era disfrutar todos los días de un aperitivo y un rato de tertulia con varios amigos en el bar La Belmontina, al lado de la catedral de Oviedo. Ayer también lo hizo, y testigo directo de ello fue Plácido Menéndez Arango, que por la tarde apenas daba crédito a la noticia del fallecimiento de su gran amigo.

Por diferentes motivos, ayer no acudieron a la cita José Manuel Nebot y Lorenzo Cordero, los otros dos incondicionales. Menéndez Arango aseguró que le encontró perfectamente «como siempre, bastante me podía yo imaginar una cosa así», comentó a LA NUEVA ESPAÑA. Plácido Menéndez Arango no tenía ayer palabras suficientes para elogiar a su amigo. «Era sumamente agradable de trato y no le gustaba nada la vanagloria ni la ostentación». También le calificó de «honesto, coherente con una memoria prodigiosa».

Otra de sus grandes amistades era el gijonés Francisco Prendes, actual presidente del Ateneo Republicano. «El lunes de la semana pasada estuvimos en la conferencia del Club LA NUEVA ESPAÑA en Gijón y, desde luego, estaba perfectamente», señaló. Prendes tenía relación con Suárez desde 1995, cuando el dirigente republicano aún vivía en París y estaba reciente la muerte de Maldonado. «En algún verano de los que vino a Asturias nos pusimos en contacto para establecer el Ateneo, del que él fue el primer presidente y fundador desde París. Aunque él siempre rechazó el protagonismo, a Prendes le pareció interesante resaltar la trascendencia de la figura del luarqués, que casi de forma premonitoria llegó a decir que la República regresaría a España. «Pero yo ya no la veré».

Prendes señaló que en los últimos tiempos analizaba el panorama político español con la esperanza de que la República fuese la salida a la crisis, «que él pensaba que no sólo era económica, sino también de conciencia cívica». Suárez estaba convencido de que con el desarrollo de la partitocracia «lo que estamos viviendo con esta democracia monárquica son los intereses de los partidos, de dos partidos, que prevalecen sobre los intereses públicos y privados». Según su opinión, «los ciudadanos españoles ya no eligen a sus representantes, los eligen los partidos, y entonces yo creo que la República podría significar una regeneración de estos modos de gobernación». Sus palabras quedan para siempre.