Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Los asturianos dieron el domingo un severo toque de atención a la clase política con unos índices de abstencionismo sin precedentes, que rozaron el 45 por ciento. Cien mil asturianos menos que en 2011 fueron a votar. La tercera convocatoria electoral en apenas diez meses -dos autonómicas y unas generales- evidenció un profundo distanciamiento entre partidos y ciudadanos, especialmente intenso en algunas de las cuencas mineras y el Suroccidente. Fueron los cuartos comicios autonómicos con menos votantes en la historia de todo el país. Los expertos atribuyen este desapego tanto a la falta de credibilidad de los líderes como al desencanto por la gestión durante los meses de gobierno de Francisco Álvarez-Cascos.

Asturias nunca había votado tan poco. Hasta la semana pasada, el récord negativo de participación se había registrado en 1991, cuando Juan Luis Rodríguez-Vigil alcanzó la Presidencia del Principado tras unos comicios en los que tan sólo tomó parte el 58,69 por ciento de los electores. Por entonces, los efectos de la reconversión industrial habían propiciado un clima de tensión social que provocó una huida masiva de las urnas. «También hace veinte años se vivía un contexto de frustración y la gente desconfiaba de que la autonomía pudiera solucionar la situación», explica el politólogo y sociólogo Óscar Rodríguez Buznego. Ni siquiera así la asistencia a los colegios se estancó en el 55 por ciento de hace tres días.

Pero el 25-M no sólo ha roto el suelo de participación en Asturias, sino que se ha convertido en la cuarta convocatoria de unas elecciones regionales con menos entusiasmo colectivo en todo el país. Su marca sólo la empeoran las gallegas de 1981, las andaluzas de 1990 y las catalanas de 1992. «Galicia fue, en los años posteriores a la Transición, una comunidad muy poco participativa, aunque luego esta tendencia se fue corrigiendo poco a poco», asegura Rodríguez Buznego. En los otros dos casos, pesó especialmente el mal momento económico y el absoluto control de la situación política por parte de CIU y el PSOE, respectivamente, que anulaba la posibilidad de un cambio. «No sólo el negro futuro ha influido en esto, sino también el hecho de que los asturianos creen que sus políticos no están a la altura de las circunstancias, enfrascados en sus propios enfrentamientos y lejos de la realidad cotidiana», remata el experto.

En la misma dirección apunta Sergio González Begega, profesor del departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo. «Sinceramente, no entiendo por qué se los ve tan satisfechos a algunos de nuestros políticos. En Europa, un resultado que ronda el cincuenta por ciento de participación siempre deslegitima a los partidos», afirma. Un caso especialmente sangrante en concejos como Cangas del Narcea, Ibias, Illano y Grado, donde más de la mitad de los vecinos se quedaron en casa. Además, considera que las únicas explicaciones a este comportamiento no sólo deben buscarse en que, esta vez, no se celebraban a la vez comicios locales, que suelen atraer a muchos votantes. Tampoco cree que la culpa sea exclusivamente de la repetición de elecciones en poco tiempo. «El año pasado, Foro consiguió acaparar un voto transversal, de diferente procedencia; actuó como un aglutinante de expectativas desafectas. Ahora, ese elector se ha demostrado como el más desilusionado», sostiene.

Por eso, la participación habría caído tanto desde mayo, cuando se produjo una de las más elevadas de la historia. Y, también por eso, el partido de Francisco Álvarez-Cascos habría sido el más castigado por sus antiguos votantes, cayendo tres escaños. «Lo que más me preocupa ahora es pensar que esta tendencia se pueda consolidar con vistas a a próximas convocatorias», prosigue González Begega. «Algo que ocurrirá si el ciudadano sigue percibiendo que los políticos son incapaces de tomar medidas para afrontar con garantías la actual crisis», concluye.