Tal cual te vas, así eres. Sucede en ocasiones que la manera de llegar a un sitio, o la forma de marcharse, ilustran el modo de ser de una persona. O, como poco, el modo habitual de comportarse. El ya ex consejero de Sanidad del Principado José María Navia-Osorio decidió despedirse de su cargo, el pasado lunes, de una curiosa manera: entregando a su sucesor un lápiz electrónico y explicándole que en él estaban contenidos todos los datos necesarios para un traspaso de poder complejo, como suele ser todo lo que afecta al ámbito sanitario. Minutos más tarde, y ya sin la presencia de periodistas, Navia-Osorio indicó al nuevo consejero que no hacía falta que se llevase el aparatito, sencillamente porque estaba vacío. Y le confesó que había sido sólo un truco para quedar bien ante la prensa. A cambio, le dio, como todo testamento, «dos folios escritos con letra grande y a doble espacio», según explicaron fuentes del nuevo Ejecutivo. Esos dos folios recogen, se supone, todos los secretos de un departamento que absorbe casi el 40 por ciento del presupuesto de Asturias, emplea a unas 15.000 personas y debe acometer de inmediato un recorte de recursos sin precedentes.

¿Sainete? ¿Astracanada? ¿Frivolidad? ¿Detalle de fino humor? Cada lector extraerá sus conclusiones. La impresión de quien esto suscribe se resume en pocas palabras: el sorprendente episodio del lápiz electrónico aporta una clave interpretativa del conjunto de la gestión sanitaria de Foro Asturias. Diez meses jalonados por una serie de decisiones y comportamientos de difícil comprensión, máxime si se considera que su principal responsable es un médico de casi 60 años, con la vida más que resuelta, de buen carácter y con una trayectoria a sus espaldas que, desde luego, inspiraba un cierto respeto.

Destituciones y rectificaciones. Las primeras semanas de mandato ya evidenciaron algunas anomalías. Todo arrancó con la destitución fulminante del gerente del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Navia-Osorio confesó a propios y extraños que se la había impuesto Francisco Álvarez-Cascos tras leer en LA NUEVA ESPAÑA una noticia que el Presidente interpretó en clave de desafío (de desafío del propio gerente y, seguramente, de desafío de este periódico). Quien suscribe estas líneas puede corroborar, una vez más, que se trataba de una noticia sin otra pretensión que informar a los lectores. Semanas más tarde llegó el episodio de la rectificación a LA NUEVA ESPAÑA por publicar que el Gobierno regional pretendía modificar la ley para que los médicos de la sanidad pública pudieran ejercer también en la privada. Mejor no detenerse en desmenuzar un episodio sobre el que ya se ha escrito mucho más de lo que se merece. El autor de esa información (de nuevo el mismo que suscribe estas líneas) no puede desvelar quién le transmitió esa información luego desmentida, pero sí puede aclarar dos cosas. La primera, que no fue Navia-Osorio. Y, la segunda, que si el ex consejero está rodeado de gente mínimamente leal, bien sabe quién fue, quién más presenció la conversación y qué alto grado de exactitud impregnaba esa noticia.

Cifras escandalosas que suben y bajan. Diez días después, el Consejero compareció en la Junta General del Principado anunciando que el nuevo HUCA costaría a los asturianos 1.588 millones de euros, «cinco veces más de lo que se dice». Esta declaración generó una alarma social de enorme calado. Al día siguiente, fuentes de la propia Consejería admitieron que la mencionada cifra incluía -tal y como defendía el Gobierno de Areces- conceptos que nada tenían que ver con la construcción del edificio. Dos meses más tarde, de nuevo en la Junta, el Consejero complicó aún más las cosas al afirmar que la cifra real superaba los 1.700 millones, pero que él y su equipo, gracias a una hábil maniobra financiera, habían conseguido reducir esa cuantía en 400 millones. Una montaña rusa de cifras que no contribuía precisamente a afianzar la credibilidad del titular de Sanidad.

Acusaciones de nepotismo y ausencia de estética. A finales del año pasado, el PP y el PSOE acusaron al Consejero de tratar de favorecer a su esposa con la anulación de una reforma organizativa del Gobierno anterior que afectaba a 40 médicos del ambulatorio ovetense de la Lila. Cada facultativo había visto reducido su salario en una media de 600 euros mensuales, lo que, según el Ejecutivo de Areces, implicaba un ahorro de unos 300.000 euros anuales. Los responsables sanitarios de Foro echaron abajo esos cambios y arbitraron una reestructuración en virtud de la cual la mayoría de los afectados recuperaba parte de los pacientes y de las retribuciones que le habían quitado. La mayoría, pero no todos: unos pocos (cuatro, en concreto) recuperaron más de lo que habían perdido. Y entre estos cuatro figuraba la esposa del Consejero. En su reforma sanitaria, el Gobierno de Rajoy ha decidido suprimir la figura de los médicos «de cupo», cuya jornada laboral es de dos horas y media diarias y cuyo salario -por aplicación de unos mecanismos retributivos ya antiguos y muy dadivosos- rebasa en algunos casos los 5.000 euros brutos al mes.

Desmintiendo la evidencia. El penúltimo capítulo del serial tuvo lugar el viernes de la semana pasada. Javier Fernández ya había sido elegido presidente del Principado, pero no tomaría posesión hasta el día siguiente. En esa tesitura, la Consejería de Sanidad no tuvo empacho en desmentir una información de este periódico según la cual el departamento de Navia-Osorio había dado orden a sus servicios administrativos de que denegaran la tarjeta sanitaria a los inmigrantes «sin papeles». Se trataba simplemente de aplicar una norma del Gobierno central; este periódico reproducía párrafos enteros del documento en cuestión… Pese a todo, el ya casi ex Gobierno de Cascos emitió un desmentido que producía sonrojo. Al día siguiente, LA NUEVA ESPAÑA reprodujo tal cual el documento que la Consejería negaba. No fue necesaria una gran labor investigadora: el papel estaba en manos de numerosos empleados públicos. El episodio es menor pero, una vez más, revelador de un talante.

Un lápiz electrónico virgen y algunas hipótesis. El catálogo quedó completado el pasado lunes, con el lance del lápiz electrónico virgen. Dos días más tarde, Navia-Osorio ya retornó, como funcionario de base, a su plaza del Servicio de Salud del Principado (Sespa), a un despacho previamente acondicionado para él por orden del gerente de este organismo, Juan Azcona, destituido anteayer.

Hasta aquí, los hechos. Ahora viene la valoración. ¿Qué tienen en común todas estas historias? A modo de hipótesis, que el lector juzgará, se aportan tres líneas de fuerza:

1 Una sorprendente falta de seriedad y de rigor a la hora de realizar declaraciones y de tomar decisiones. No es de recibo lanzar cifras escandalosas sin tenerlas muy bien estudiadas. No es propio de gente madura hacer bromitas -aunque sean electrónicas- cuando aún se ejerce un cargo institucional.

2 Un absoluto descuido de las formas, aún sabiendo que en política cuentan tanto o más que el fondo. Si un familiar cercanísimo está implicado en una decisión que has de tomar, se supone que lo prudente es decidir teniendo en cuenta también el factor estético (y eso dando por hecho que en el asunto de los médicos de cupo se haya respetado el factor ético). ¿Tan importantes son 100 o 200 euros al mes para un matrimonio de médicos de alto rango socio-económico (bien merecido, sin duda)?

3 Cierto temperamento prepotente que desafía la realidad de las cosas y que pasa por encima de las personas. Cabe pensar que Navia-Osorio haya sido «víctima» de un cierto efecto sándwich, en el que se ha visto atrapado entre un presidente del Gobierno autoritario e intemperante y algunos colaboradores inmediatos -en particular la cúpula del Sespa- carcomidos por la visceralidad. Bien, pero la asociación con esas «tapas» del sándwich son consecuencia de decisiones libres del ya ex consejero.

Excepciones a la regla. Hasta aquí las hipótesis, no extensibles a un buen puñado de gestores sanitarios que han actuado con honestidad y han tratado -y en algunos casos logrado- aportar cosas positivas dentro de lo que las circunstancias permitían. Pero, en fin, el periodismo consiste en contar lo agradable y lo desagradable. Y en eso seguirá consistiendo en la etapa política que ahora estrena Asturias. En contar lo que sucede. En que el balance nunca sea una memoria vacía.