En esta época del año miles de enormes alcatraces venidos del norte de Europa pasan por el litoral de la cornisa cantábrica, en su migración de otoño hacia el Sur. De cuando en cuando alguno de ellos se lanza en picado al agua, para zamparse una sardina o un arenque. Las bandadas de aves jóvenes, de color pardo oscuro, ya han pasado en agosto y septiembre, pero en las de adultos, blancos con la punta de las alas negras, aún se entrevera algún adolescente, en general a retaguardia. Se los ve sobre todo los días en que soplan el Norte y el Oeste, pues no les gusta el viento de cola, y con las borrascas de poniente se meten más contra la costa, sorteando las ráfagas. Aunque dar cuenta de esto no sea noticia ni un gran tema de opinión, mientras sigan pasando en hora los alcatraces los relojes de la naturaleza y las grandes leyes de la vida ponen en su sitio (pequeño) nuestras zozobras.