Oviedo, L. Á. VEGA

«Amor Nuño no fue un asesino, fue una persona idealista y honrada, que durante la Guerra Civil no se aprovechó de su puesto para obtener ventajas para él y su familia», asegura Carmen Águeda García, sobrina y ahijada de la mujer del anarquista cudillerense, al que el escritor y periodista Jorge Martínez Reverte atribuye un papel esencial en la matanza de Paracuellos, perpetrada en noviembre y diciembre de 1936.

Águeda afirma que investigadores como Jesús Salgado, de la Universidad de Santiago, han demostrado que Nuño no pudo intervenir en la decisión de las sacas de presos. «Salvó a muchos durante la guerra. Los escondía en el número 41 de la calle O'Donnell de Madrid. Después de la guerra declararon a su favor y estuvo a punto de ser indultado, pero al final se lo cargaron el 17 de julio de 1940», explica esta mujer, que vive a caballo entre la localidad abulense de Cebreros y Madrid, junto a su madre, que tenía 11 años cuando el anarquista cudillerense fue ejecutado.

La visión que tiene la familia de Amor Nuño del papel del asturiano en la guerra difiere diametralmente del retrato que hacen de él Martínez Reverte en «La defensa de Madrid» o Paul Preston en «El holocausto español», donde se le muestra como un partidario a ultranza de los «paseos» o ejecuciones extrajudiciales. «No era partidario de esas prácticas. En cuanto se enteraba de que iba a haber uno, acudía rápidamente para evitarlo. Un cura al que salvó, a él no lo pudo salvar luego», sostiene Águeda.

Y también resaltan la entereza y el «increíble valor» con que encaró la muerte. «Escribió varias cartas, cuyos originales están ahora en Cudillero, llenas de dulzura y amor por su mujer, María Asunción Maestre, y en las que se muestra consciente del fin que le espera», asegura la familiar del anarquista.

Asunción Maestre murió con 59 años. Ella y Amor Nuño nunca tuvieron hijos. Cuando lo fusilaron, la mujer del anarquista y su madre, Carolina Pérez, «Carola», reclamaron el cuerpo. «Está enterrado en el cementerio de la Almudena, en una tumba individual, no en una fosa común», añade Águeda.

Carolina Pérez vivió en Brasil y cuando llegó la democracia regresó a España, donde residió en Cudillero junto a una hermana, hasta que murió, casi centenaria a principios de los años noventa. Carmen Águeda recuerda cómo al filo de 1980 acudió con la madre de Nuño -«una mujer luchadora, muy activa», según señala- a los archivos para reclamar una pensión. «Nos dejaron en una habitación llena de expedientes para que lo encontrásemos. Tuvimos suerte y no tardamos mucho. Los muy sinvergüenzas indicaban en el expediente que estaba prófugo, cuando lo habían fusilado cuarenta años atrás», relata.

La madre de esta mujer mantiene muy nítida la imagen de Amor Nuño, aunque era apenas una niña cuando le mataron. «Vivieron mucho tiempo juntos en la calle O'Donnell de Madrid, y me dice que era una persona muy honrada, que no se traía nada para casa, ni siquiera se apropió de una galleta», asegura.

Martínez Reverte sacó a la luz un documento fechado el 8 de noviembre de 1936, un acta de la ejecutiva de la CNT, en la que Amor Nuño daba cuenta del acuerdo alcanzado el día anterior con la «cúpula de JSU» en la Junta de Defensa de Madrid, esto es, el gijonés Santiago Carrillo, consejero de Orden Público, y su segundo, José Cazorla, por el que se dividía a los presos derechistas del Madrid de aquellos días, en riesgo de caer en manos de las tropas de Varela, en tres categorías: los peligrosos, a los que había que ejecutar de inmediato, «salvando las responsabilidades» de quienes lo hiciesen; los menos peligrosos, que debían ser encerrados a retaguardia, y los inocentes, a los que había que liberar para mejorar la imagen de la República.

Para el investigador Jesús Salgado, es imposible que Amor Nuño tuviese que ver con la decisión de fusilar a los presos, en primer lugar porque cuando se produjeron las primeras sacas, en la madrugada del 7 de noviembre, los anarquistas aún no formaban parte de la Junta de Defensa. El acuerdo al que alude Martínez Reverte se produjo en la tarde del 7 de noviembre, horas después de que se produjesen los primeros fusilamientos, en la mañana de esa misma jornada.

Pero es que Salgado niega que Amor Nuño estuviese en la citada reunión del Comité Nacional de la CNT. Sí aparece en el acta el nombre de Enrique García, suplente de Nuño en la Junta de Defensa, donde desempeñaba la Consejería de Industrias de Guerra. El investigador niega incluso que se hubiese producido el pacto secreto. A la hora en que supuestamente se produjo la reunión, Carrillo estaba en una entrevista con el diplomático Félix Schlayer, uno de los primeros en descubrir y divulgar las matanzas, y Amor Nuño en una reunión con Gregorio Gallego, otro libertario. Y va más allá. Sostiene que el acta de la CNT no da cuenta de un encuentro secreto, sino de la segunda reunión de la Junta de Defensa de Madrid, en la noche del 7 al 8 de noviembre, de lo cual se desprende que tanto Miaja como Carrillo participaron en la decisión de fusilar a los presos derechistas «más peligrosos».

Salgado también ha negado que Amor Nuño fuese expulsado de sus cargos de la CNT, como sostiene Reverte, y le coloca en Barcelona, detenido durante las Jornadas de Mayo en las que fueron aplastados los anarquistas.