Consejero de Educación en la Embajada española en Australia

Oviedo, Marcos PALICIO

Un aburrimiento «bien entendido» empujó a Santiago González Fernández-Corugedo a cambiar la cátedra de Filología Inglesa en la Universidad de Oviedo por un puesto en el servicio exterior. A mirar lo mismo desde otro punto de vista. Ovetense convencido de lo saludable de asomarse al otro lado de Pajares, hermano del diplomático Paulino González Fernández-Corugedo -ahora cónsul general en Caracas- ejerce como consejero de Educación en Australia, Nueva Zelanda y Filipinas. Después de dos años en el Consulado de Miami, cumple cuatro en las antípodas como responsable de los programas educativos españoles y de la cooperación educativa con las autoridades locales.

-¿El mundo se ve más feo cuando se mira desde la prosperidad australiana?

-No se ve especialmente distinto, porque al ser un país de tradición cultural europeo-occidental, comparte muchas cosas con nosotros. Es cierto que tiene una dimensión asiática que los distintos gobiernos han potenciado, porque es su zona natural de relaciones, influencia y economía, pero mantienen muchos lazos con la metrópoli. La jefa del Estado es la reina Isabel II. España, en cambio, no tiene un tratamiento especialmente bueno en los medios de comunicación australianos. Tampoco podemos decir que sea malo, nuestras hazañas deportivas sí salen como tales, pero hay una cierta tendencia a presentar aspectos negativos o poco amables, y no sólo los económicos.

-¿De qué otro tipo?

-Lo que suelen sacar son algaradas callejeras y ese tipo de cosas. En cambio, se difunde muy poco la importancia de nuestras relaciones económicas con Australia, porque casi todas las grandes empresas españolas están instaladas allí. Trabajan mucho y muy bien y la balanza comercial es netamente favorable a España: les vendemos casi el triple de lo que les compramos, pero parece que no sabemos transmitir esto lo suficientemente bien. Por eso, la imagen de España es la de un país remoto.

-¿Falla la comunicación además de la distancia?

-No sé si es un defecto de comunicación o es el interés relativo que despierta España. El mundo hispanohablante sí genera atención. Dentro de un orden, eso sí, porque los australianos son muy insulares. Es el país de la OCDE con un mayor índice de monolingüismo.

-¿Qué podemos aprender de la opulencia de Australia?

-¿Que son pragmáticos? Puede que sí, pero nosotros también lo somos. En educación, yo sí haría alguna sugerencia. Australia es la tercera potencia mundial en mercado educativo, el tercer país del mundo en recepción de alumnos extranjeros, cerca de 300.000 en el sistema universitario, mientras que España tiene pocos más de 50.000. Este mercantilismo australiano, vamos a llamarlo así, funciona porque los extranjeros pagan unas tasas de matrícula muy altas, en promedio mayores que las de Estados Unidos, pero tienen un sistema universitario muy bien situado en los rankings internacionales.

-Allí se vive bien.

-Tienen una renta per cápita muy alta y un salario mínimo tres veces superior al de España, más de 1.700 euros al mes.

-¿Copiaría algo de su modelo?

-No lo veo fácil, porque la mayor parte de esas cuestiones van en relación con lo que se recauda. Allí viven de exportar fundamentalmente materias primas. Mientras sigan, y tienen para muchísimo tiempo, no van a tener mayor problema. En educación, tal vez sí. Subir las tasas, por ejemplo, aunque eso quizá retraería a gente que viene a nuestro mercado. Lo que tenemos que mejorar es la calidad de nuestra educación y convencer a la gente de que el español es importante.

-¿Duele más Asturias cuando uno viene de Australia?

-No se ve muy bien. Tampoco muy mal, pero sí nos hace falta repensar algunas cosas.

-¿Cómo cuáles?

-Es difícil, porque nuestro tejido económico es muy débil. Tenemos alguna gran empresa muy buena y competitiva internacionalmente, pero no, porque nunca lo ha habido, una empresa media transformadora ni una interacción entre el sector empresarial y el mundo de la educación. También deberíamos tener más gente mejor cualificada, hay poca con una formación profesional adecuada. Es cierto que los que la tienen están bien formados, son internacionalmente reconocidos y compiten. Pero tenemos una tasa de abandono escolar mucho más alta de la que nos correspondería por el lugar de nuestra economía y el de nuestro peso cultural en el mundo.

-¿Cómo va su reto de reintroducir el español en la Educación Secundaria de Filipinas?

-Es verdad que partir de la nada es sencillo, pero va razonablemente bien. Filipinas es un país con casi cien millones de habitantes donde las lenguas oficiales son el filipino y el inglés, y las dos se enseñan, pero el inglés ha sufrido un retroceso en los últimos años, en parte por una política de protección de lo propio. En 2009, empezamos preparando a 24 profesores filipinos, en este curso se han convertido en 135 y estamos en 65 institutos de Secundaria que vamos a ampliar hasta ochenta.

-¿Hay que recuperar mucho terreno perdido?

-El español es un idioma muy demandado en Filipinas, sobre todo por motivos económicos. Hay muchos call centers, centros de atención telefónica en inglés, y se han dado cuenta de que en el mercado de América es una importante bonificación hablar también español. Además, casi un diez por ciento de la población filipina trabaja fuera del país, y les interesa poder optar a puestos en los que haya que hablar español. No pretendemos que vuelva como lengua de uso común, pero sí que sea importante para los filipinos. La política es ir poco a poco.

-¿Cómo les han acogido?

-El pueblo filipino, en general, desconoce que los españoles estuvieron allí más de 300 años.

-Tiene una atalaya privilegiada para calibrar la vitalidad del español en el mundo.

-Es grande y aumenta. En Estados Unidos, el ochenta por ciento de los centros de Secundaria imparten español; en Canadá es una lengua importante, en Europa goza de muy buena salud, hasta el extremo de que es la primera lengua extranjera en Francia o Suecia, donde tradicionalmente eran otras lenguas europeas las que dominaban el panorama. Es muy probable que se convierta en 25 años en el segundo idioma extranjero más aprendido tras el inglés.

-¿Aprovechamos como debemos ese patrimonio?

-Deberíamos aprovecharlo mejor, pero hay un problema básico, no hay suficiente gente formada para dar clases de español a extranjeros.