La Morgal (Lugo de Llanera),

Félix VALLINA

Las paredes de la base de operaciones del Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias, situada en uno de los edificios del complejo de La Morgal, sujetan decenas de fotografías que resumen en imágenes la historia de una unidad que cumplirá un cuarto de siglo de andadura a finales de este año. Sería imposible encontrar espacio para colocar instantáneas de las más de 8.000 intervenciones que el grupo ha llevado a cabo desde su nacimiento, pero en el muestrario no faltan ejemplos de arriesgados rescates en la montaña, en la mar o en la carretera. Los huecos más vistosos están reservados para las placas, los premios y los diplomas que acreditan al equipo como uno de los más prestigiosos de España en su campo, el único que cuenta con profesionales médicos capaces de atender a los heridos de primera mano en el lugar del accidente y en cualquier circunstancia, ya sea entre el oleaje a varias millas de la costa o colgados de la pared de una montaña a 2.500 metros de altitud. En los últimos veinticinco años han sido muchos los profesionales que han arriesgado su vida para salvar la de los demás dentro de la unidad, pero el grueso del equipo lleva más de dos décadas y alguno de sus miembros forma parte de la plantilla fundadora, por lo que se han prestado a repasar con LA NUEVA ESPAÑA la trayectoria vital del equipo y sus vivencias.

l Los orígenes. José Manuel Suárez, que prefiere que le llamen Pepe, es de los miembros más veteranos. También es uno de los médicos de la unidad y forma parte de aquel grupo de profesionales que en el año 1988 comenzaron a poner las bases de lo que poco después se convertiría en el Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias. «La verdad es que el convenio con la Federación de Montaña, que fue el origen de todo, se firmó formalmente en enero de 1989, pero a finales del año anterior ya estaba todo cerrado, por eso este año celebramos los 25 años de historia», dice. Pepe Suárez asegura que la búsqueda del niño Germán Quintana Blanco en el año 1987 -una operación desarrollada en los Picos de Europa durante la que perdieron la vida siete personas, entre ellas dos asturianos, al estrellarse un helicóptero de la Ertzaina que había acudido a Asturias para participar en el dispositivo- fue determinante para que los políticos moviesen ficha. «Uno de los impulsores del grupo fue el propio Pedro de Silva -presidente del Principado entre 1983 y 1991-, que a raíz de las dificultades que se presentaron durante la búsqueda del niño, que nunca apareció, se dio cuenta de que había que poner en marcha un equipo especializado para hacer frente a cualquier tipo de circunstancia», reconoce Suárez.

No obstante, «para llegar a los orígenes de todo hay que ir más atrás», afirma Pepe Suárez. Los primeros helicópteros de rescate «que se vieron por Asturias» fueron los que participaron en dos rescates sin precedentes en el Naranjo de Bulnes: el de Berrio y Ortiz (los montañeros que perdieron la vida en 1969 tras despeñarse cuando estaban terminando el último largo de cuerda por la cara oeste) y el que tuvo como protagonistas a Lastra y Arrabal (salvados con vida tras permanecer durante varios días en el Urriellu en 1970). La mayoría de esos aparatos eran Bell 204 del Servicio Aéreo de Rescate del Ejército del Aire. «Esos accidentes fueron muy mediáticos y la montaña asturiana comenzó a ganar en popularidad, por lo que se fueron incrementando las intervenciones», recuerda Pepe Suárez. Pero en la región no había ningún servicio específico de helicóptero y no lo hubo hasta 1985, año en el que el Gobierno regional contrató los servicios de un Sikorsky 58 para trabajar en la región. «Luego ya fue cuando aparecieron los integrantes del Grupo de Rescate de la Federación de Montaña, se fraguó el impulso político y se puso en marcha nuestra unidad (1988)», resume el médico.

l El equipo. El piloto Juanjo Hierro, otro de los que llevan más años en el grupo, explica que en el helicóptero siempre van cuatro personas cuando sale de La Morgal en dirección a un rescate: «Dos rescatadores, el médico y un piloto, aunque en la base siempre hay más gente de guardia». El aparato que manejan en la actualidad es un EC-135, «muy rápido, versátil, de tamaño medio, con doble turbina y con grúa, de la casa francesa Eurocopter», explica otro de los pilotos, Guillermo Sáenz. El helicóptero está «medicalizado como una uvi móvil» y tiene capacidad «para sacar a dos o tres personas». Alcanza los 150 nudos, unos 300 kilómetros por hora, y puede plantarse en cualquier punto de Asturias en menos de 25 minutos.

El Eurocopter suele salir a volar con combustible para unas dos horas -con un peso que ronda los 2.650 kilos- y en Asturias existen varios puntos en los que puede repostar. Están en Ibias, Cangas de Onís, el aeropuerto y las instalaciones de La Morgal. Actualmente, la plantilla está formada por seis pilotos (David Sánchez, Miguel Ropero, Cándido Rodríguez, «Crispín», Villa, Guillermo Sáenz y Juanjo Hierro), cinco médicos (Pepe Suárez, Manolo Rodríguez, Silvino Falcón, Juan Figaredo y Fernando Viribay), seis rescatadores (José Luis Torres, Nacho Fernández, Toni Ruiz, Chus Cubinas, Pablo Villana y Antonio Villena) y cuatro mecánicos (Carlos Martínez, José Manuel Sevillano, Borja Alonso y Marc Laviña). Reciente todavía queda el recuerdo del rescatador Jaime Ramón Guerrero, que se jubiló el pasado mes de diciembre, aunque dentro del grupo también han calado otros compañeros que ya no están en la plantilla y que forman parte de su historia, «como Manuel Rodríguez, José Manuel González, Ignacio Prendes, Elena Fernández...», señala.

l Reacción. Cuando saltan las alarmas, «lo primero que hacemos es tratar de recopilar toda la información posible en la base, porque así podemos hacernos una idea del material que vamos a necesitar y de otras muchas cosas que nos pueden ser útiles». Si es necesario, la patrulla de guardia sale en menos de cinco minutos. «Por ejemplo, si es un rescate en el mar procuramos ponernos los neoprenos cuanto antes y salimos a toda prisa porque una persona en el agua tiene poco tiempo y necesita ayuda cuanto antes», recalca Pablo Villena.

l El rescate. El Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias realiza una media de 350 servicios al año. La mayoría de las salidas son para accidentes en la montaña, pero también realizan transportes sanitarios, accidentes de tráfico, rescates en playas y acantilados o cualquier otro servicio. «Nunca se sabe lo que te va a tocar, las técnicas de rescate suelen ser las mismas, pero las circunstancias cambian en base a la meteorología, el estado del accidentado...», mantiene Nacho Fernández. Una vez en el lugar de los hechos el helicóptero estudia el terreno. «Tenemos que encontrar una forma de acceder segura», afirma Fernández. El primero que desciende es uno de los rescatadores, que se encarga de tomar contacto con la emergencia y de establecer un perímetro de seguridad con respecto al helicóptero. A continuación baja el médico, y el piloto desaparece de la zona en la medida de lo posible «para no entorpecer».

l Para el recuerdo. Sería imposible hacer mención de todos los rescates del equipo, pero algunos, por su calado, se quedan para siempre en el recuerdo. Uno de ellos ocurrió en 1993. Fue el naufragio de un barco indio a 54 millas náuticas del Cabo Peñas, «al atardecer, casi al ocaso», recuerda Pepe Suárez. «Estaba Juanjo de piloto. Allí sacamos a tres y a otro lo tuvimos que dejar en el agua porque se quedó enganchado en unos troncos», explica el médico. Pablo Villena fue explícito: «Allí murieron más de cien personas, cuando llegamos vimos un mar lleno de cadáveres flotando». Ese mismo año también se hundió frente a Ribadesella el «Neretva», un buque croata. «Esa vez sacamos a nueve personas», asegura Villena.

Los rescatadores tampoco olvidan sus labores durante la crisis del «Prestige» o la satisfacción por la operación de la montañera palentina Carmela Sánchez en los Picos de Europa, que estuvo seis días perdida con una pierna rota. «No tenía ni agua ni comida y cuando la encontramos nos confesó que había estado a punto de tirarse montaña abajo para acabar con el sufrimiento», explica Pablo Villena.

Hay un detalle que no les pasa desapercibido: «Hay mucha gente a la que rescatamos dos veces», resalta Pepe Suárez. Como los miembros del grupo, en sus ratos libres, son «culos inquietos» y amantes de la montaña, «también hemos tenido que sacar a alguno de nosotros lesionado, y no miro para nadie», cuenta Pepe. Aunque sí miró, lo hizo con sorna, hacia Nacho Fernández.

Los integrantes del Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias acuden cada día a su puesto de trabajo sin saber con lo que van a encontrarse. El equipo está preparado para actuar en cualquier tipo de circunstancias, como puede comprobarse en el mosaico de imágenes que acompañan este texto. A la izquierda, el grupo posa junto al ex ministro Solana y con Pedro de Silva. En la última de las imágenes, Jaime Ramón Guerrero.