El ejemplar de oso pardo cantábrico hallado muerto el pasado día 29 de marzo en Teverga -los restos óseos del animal fueron encontrados por una patrulla del Seprona de Belmonte de Miranda en una parcela de la localidad de Fresnedo- podría haber fallecido a causa de un envenenamiento. Al menos ésa es la principal hipótesis que barajan los investigadores después de que los primeros análisis de los huesos hayan descartado una muerte violenta o por arma de fuego. «Los restos del animal aparecieron sin lesiones aparentes junto a un río y en una zona en la que ya se han registrado muertes de animales a causa del veneno. Por el momento no se ha podido determinar la causa del fallecimiento, es difícil cuando sólo se tienen los huesos, pero sí es cierto que hay indicios para sospechar que el oso haya podido ser envenenado», señalaron fuentes del Seprona. Las investigaciones para aclarar la muerte del plantígrado -el segundo que fallece este año en la región tras el caso del oso que cayó en un lazo en Porley (Cangas del Narcea)- continúan abiertas.

Uno de los expertos que participaron en el análisis de los huesos del animal, que se llevó a cabo el pasado lunes en la Casa del Oso de Proaza, fue Javier Naves, biólogo de la Universidad de Oviedo. «Lo primero que hay que dejar claro es que lo que hemos hecho es sólo analizar muy por encima los huesos y que es necesario un análisis de especialistas con los medios adecuados para extraer conclusiones precisas. No obstante, creemos que se trataba de un macho adulto, no muy viejo, que era bastante grande y robusto», señala Naves. El biólogo adelantó que en los planes del Principado y del Seprona está «recoger material y suelo de la zona para saber si hubo envenenamiento».

Fuentes del Seprona mantienen que en la zona entre Somiedo y Teverga ya se han registrado varios incidentes con el veneno como protagonista. «El año pasado murieron un lobo y un alimoche, estamos intensificando la vigilancia en esa zona y en toda Asturias porque se está notando un repunte de este tipo de casos». Por otro lado, la respuesta de los conservacionistas no se ha hecho esperar. «Pedimos que se hagan los análisis toxicológicos para saber si el oso fue envenenado. Se trata de unos restos relativamente recientes y al lado de un río, algo que es muy típico de los envenenamientos. El problema es muy serio», sostiene Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo.