Sorprende la falta de sentido de realidad de la clase política. Están en crisis las instituciones representativas de la voluntad popular, la monarquía, los partidos políticos, la moral pública y el sistema territorial (la idea misma de España), todo ello en el marco de un colapso económico, pero se quiere curar a un enfermo en semejante estado con tiritas y analgésicos. La monarquía ya no se salva mejorando su transparencia, no se supera la tensión secesionista dando un poco más de pastel a Catalunya, la crisis de representatividad no se cura poniéndose a la cabeza de los manifestantes, no se recobra la decencia pública cruzándose acusaciones y querellas. No existe democracia sin políticos, y creo en la buena voluntad y honradez de la mayoría de ellos, pero el problema de fondo, hoy por hoy, es que piensan que con una mano de pintura se puede arreglar una casa en riesgo de hundimiento.