Dos fundaciones oseras, dos criterios. El director de la Fundación Oso Asturias (FOA), Carlos Zapico, se mostró ayer «totalmente en contra» de los paquetes turísticos que ofrecen a los visitantes la posibilidad de avistar osos en la región, un modelo de negocio que aún no se ha consolidado en el Principado pero que ya ha despertado el interés «de un buen número de empresarios», según sostiene Guillermo Palomero, el presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), la entidad conservacionista acaba de firmar un acuerdo de colaboración con una de las pocas empresas españolas que ya ofertan visitas turísticas en Asturias con la especie como reclamo. «Fomentar la proliferación de este tipo de negocios es abrirle la puerta al riesgo y puede ser peligroso para la conservación de los osos», mantiene Carlos Zapico.

El director de la FOA considera que las iniciativas empresariales no serían nocivas «si se respetan los límites establecidos» y los turistas son conducidos a observar los osos desde puntos alejados, pero piensa que el «aumento sin control de visitantes y empresas» podría elevar el riesgo de prácticas «poco recomendables y peligrosas» para los animales. «Es cierto que ahora mismo existen zonas en las que puedes pararte con el coche al lado de una carretera y se pueden ver osos a una cierta distancia, pero eso no ocurre todos los días y a veces hay que hacer muchas horas de espera, algo que podría no cubrir las expectativas de los turistas que han pagado por ver osos», señala Zapico. En ese sentido, el director de la FOA asegura que «probablemente la gente que vive del turismo acabaría por tener que arriesgarse a llevar a los visitantes a zonas que no están permitidas para ofrecer un producto que no les decepcione». Para Zapico, «si se respetan las normas es muy probable que no se satisfaga al cliente, porque esto no es el Serengeti (un parque nacional africano de grandes dimensiones) y, aunque en los últimos años ha crecido el número de ejemplares, todavía no se pueden garantizar los avistamientos».

Al portavoz de la Coordinadora Ecologista de Asturias, Fructuoso Pontigo, tampoco le hace mucha gracia la idea de sacar tajada económica a través del oso. «Está claro que la conservación está reñida con el negocio», asegura. Para él, «buscar un equilibrio es muy difícil y en Asturias no existen mecanismos para garantizar la vigilancia y evitar que se cometan acciones que puedan perjudicar a los animales». En su opinión, «todas estas cosas deben regularse para evitar las masificaciones y la intrusión en zonas restringidas».

Al presidente de FAPAS en Asturias, Roberto Hartasánchez, le parece bien «que se implique al oso en el desarrollo socioeconómico de los concejos en los que habitan esos animales» siempre que se cumplan «a rajatabla» las reglas de conservación. «Ya sabíamos que el interés de las empresas iba a crecer al mismo ritmo que los osos y que esto iba a pasar, pero todo tiene que ser tutelado por la Administración. Si es así y se hace bien no tiene por qué haber ningún problema», sostiene. Los expertos aseguran que, gracias al éxito de las políticas de conservación, el número de osos en la cordillera Cantábrica podría superar ya los doscientos ejemplares.

Los que lo tienen muy claro son los alcaldes de dos de los concejos oseros por excelencia: Cangas del Narcea y Somiedo. El primero de ellos, José Luis Fontaniella, considera que el fomento de las empresas de ecoturismo «es muy positivo porque se trata de una fórmula para promocionar una zona que ha sido muy castigada por el declive de la minería». Según el regidor cangués, «el parque de Muniellos debe abrirse más a la gente, eso sí, con controles y regulación para que se cumplan las leyes para proteger los espacios naturales». Belarmino Fernández Fervienza, el alcalde de Somiedo, mantiene el mismo discurso. «Apoyo totalmente estas iniciativas siempre que cumplan las normas. A ver si ahora que se está demostrando el éxito de las políticas de conservación el oso va a convertirse en un problema. El turismo es fundamental para concejos como el nuestro y no entiendo cómo alguien puede oponerse cuando no supone ningún daño para el animal».