El hayedo de Montegrande, entre Teverga y Quirós, segunda mancha forestal de mayor superficie de la región, después de Muniellos, integrado en el parque natural de las Ubiñas-La Mesa y territorio declarado Reserva de la Biosfera, con 1.574 hectáreas, tendrá explotación maderera cuando culminen los trámites del nuevo plan de ordenación del espacio impulsado por la Dirección General de Política Forestal. La normativa, pendiente de la aprobación del estudio de impacto ambiental, afectará a las 1.560 hectáreas de utilidad pública del bosque. Tanto el Fondo para Protección delos Animales Salvajes (FAPAS), como la asociación Geotrupes alertan del peligro de intervenir en el monte sin tomar las precauciones necesarias. Alegan, entre otras razones, su condición de hábitat osero de especial valor estratégico, en la zona de reproducción más oriental de la zona occidental, clave para unir los dos grandes núcleos de poblaciones oseras de Asturias.

La distribución del oso se ha expandido en los últimos años hacia los fondos de los valles del Trubia, «pero no tienen comunicación directa con la Cordillera. Por eso es tan interesante la presencia de hembras en la zona alta de Teverga», relata el presidente del FAPAS, Roberto Hartasánchez.

El director general de Política Forestal de la Consejería de Agroganadería, José Antonio Ferrera, explica que el plan de aprovechamiento pretende ordenar el monte desde el punto de vista forestal y en algunas zonas no permitirá intervenciones. «Donde se pueda actuar, los aprovechamientos maderables se harán siempre de forma sostenible», señala. Ferrera estima que la ordenación del monte es perfectamente compatible con la conservación. «Se hace para preservar el carácter del espacio y lo deseable es que se ordenen todos los montes de titularidad pública», recalca. A su juicio, los temores de los ecologistas sobre el presunto peligro para la reproducción de osos carecen de fundamento. Enmarca la explotación en cortas para muebles u otros usos y madera para los vecinos de los núcleos de Teverga y Quirós que ostentan la propiedad del monte. Asegura que «el proyecto no incluye otro tipo de actuaciones como la biomasa» y que todos los montes deberían estar ordenados.

El FAPAS, que en su momento ya pidió incluir en el estudio la necesidad de preservar el hábitat osero, ha presentado una nueva alegación para que el plan haga más hincapié en ello. «Queremos que se tenga en cuenta la importancia de ese territorio y la necesidad de conservación que tienen el oso y otras especies», resalta Hartasánchez, que está a favor de intervenciones suaves en el bosque, sin introducir maquinaria pesada ni construir grandes pistas. «Intervenir es necesario para hacer clareos que contribuyen al desarrollo de frutos que alimentan a la fauna, si no el hayedo se lo come todo», señala.

En las conclusiones del documento de alegaciones presentado al Principado, Geotrupes considera que la explotación forestal propuesta afecta al hábitat del oso y al urogallo. Hacen hincapié en que los autores del estudio de impacto ambiental afirman que dichas actuaciones son «compatibles» e incluso beneficiosas para esas especies a pesar de que no existen conocimientos científicos que avalen esta hipótesis. Los redactores del informe, según Geotrupes, se basan en experiencias llevadas a cabo en plantaciones de coníferas, donde se busca compatibilizar su explotación con la presencia de urogallos, y «no son extrapolables a los bosques caducifolios de la cordillera Cantábrica, donde el uso del hábitat fuera de la época de celo es aún, en gran parte, desconocido». Carlos Rodríguez del Valle agrega que este caso plantea la explotación forestal de un bosque sobre el que recaen varias figuras de protección y que la conservación debería primar sobre el aprovechamiento maderero. Considera que el hecho de que los mayores núcleos poblacionales de urogallos se encuentren en bosques como Muniellos, Degaña o Monasterio de Hermo, en los que la gestión forestal ha sido prácticamente nula en las últimas décadas, sugiere que la hipótesis sostenida por el promotor del proyecto es errónea.

Geotrupes tampoco deja de lado el, a su modo de ver, «bajísimo rendimiento económico» que se espera del proyecto, poco más de 10.200 euros al año, «una cantidad ínfima en relación con los efectos negativos que tendrá el proyecto sobre especies en peligro de extinción en cuya conservación las administraciones invierten cantidades de dinero realmente importantes».