Henry Rodríguez volverá a La Dorada, su pueblo en el departamento de Caldas (Colombia), después de comprobar que El Dorado no estaba en España. En su piso de Oviedo se resume el catálogo de los efectos de la crisis, se junta el paro con la crisis hipotecaria y todo esto con el colapso de la construcción y de la obra pública. El resultado es la firme intención de regresar a casa. A Henry, que llegó a Asturias en 2000, nunca le había faltado trabajo hasta que el pasado noviembre cerró la empresa de túneles para la que trabajaba como peón especialista. Hace seis años compró un piso a cuya hipoteca no puede hacer frente con lo que le queda de paro -menos de mil euros ahora, 480 cuando cumpla seis meses en desempleo- y que se ha convertido en el principal escollo para cumplir su deseo de dejar España para regresar a su país. Con sus padres a su cargo, en Oviedo, y una hija universitaria que mantener en Colombia, «la situación es muy dura; no puedo más. No hay trabajo en nada, no me queda otra que irme». La muy manoseada dación en pago le arreglaría la vida. Repite que «quiero buscar la forma de aguantar hasta que me acepten la entrega del piso para marcharme, lo doy por perdido, aunque me costó mucho esfuerzo conseguirlo, pero el banco no quiere». Con la hipoteca encima, una familia a la que mantener y a punto de cumplirse los seis meses que reducirán a la mitad su subsidio de desempleo, la pregunta no tiene respuesta: «¿Qué hago yo aquí con 480 euros al mes?»

Tiene pendiente de cobro parte de la liquidación por el cese de actividad de su empresa, deudas con la comunidad de vecinos y ningún consuelo al comprobar que a su alrededor su caso se repite. Los diecinueve compañeros que llegaron al paro cuando él -«portugueses, colombianos, un rumano»- «están casi todos en la misma situación».