Oviedo, María José IGLESIAS

Ana Belén Montes, nieta de asturianos del oriente de la región que emigraron a Cuba y Puerto Rico, donde nació su padre, el psiquiatra militar Alberto Montes, no es una espía cualquiera. Le cabe el honor de ser la funcionaria estadounidense de más alto rango acusada de espionaje en la historia de la Agencia de Inteligencia de Defensa en el Pentágono, donde la catalogan de «maestra de espías».

Su privilegiada posición, a cargo de los asuntos militares cubanos, le proporcionó acceso a altos secretos militares que compartió con sus jefes de la Inteligencia cubana. Incluso preparó informes para el Gobierno de Bill Clinton restando realce al posible peligro del castrismo para Estados Unidos.

Montes nació en la base militar de Nuremberg, en la ex Alemania del Este, en 1957, en plena «guerra fría». Su padre pasó unos años destinado en Europa. Luego la familia regresó a Kansas. Una exquisita formación en colegios militares y selectos internados de la Costa Este culminó con un puestazo en el Pentágono.

Un extenso artículo del escritor Jim Popkin publicado el pasado fin de semana en la revista de «The Washington Post Magazine», ligado a los atentados de Boston, cometidos por dos presuntos dobles agentes de origen checheno, ha reavivado el interés por los asuntos de espionaje y, cómo no, por el caso de la que era conocida como «reina de Cuba», en honor a su dominio de los asuntos de la isla.

Montes fue arrestada por el FBI en Washington DC, el 20 de septiembre de 2001, tras los atentados del 11-S. Reconoció su culpa y cambió una segura condena a muerte por alta traición por una condena de 25 años de prisión.

El delito fue entregarle a Cuba «información clasificada». Su salida de la cárcel está prevista para 2023. Mientras tanto, permanece en el centro de alta seguridad de Fort Worth (Texas), donde comparte vecindad con peligrosas delincuentes con horrendos delitos a sus espaldas, aunque ninguna ha logrado tambalear la seguridad del imperio como la astur-boricua Ana Montes.

Su popularidad entre los «progres» americanos es considerable, aunque no tanta como la que aún mantiene en los despachos de La Habana, donde la reverencian. El cantautor y activista estadounidense David Rovics le ha escrito una canción en la que ensalza su «solidaridad» y «espíritu revolucionario». Si para el régimen castrista es una heroína, para políticos como la congresista republicana por Florida, la cubano-americana Ileana Ros-Lehtinen, se trata de una traidora que ha hecho un inmenso daño al país, tal como publicó el pasado lunes en su blog.

Los expertos en asuntos de Inteligencia consideran a Montes como una de las espías dobles más dañina de la historia americana, como pone de relieve Popkin. Montes inició su meteórica carrera en el Gobierno como oficinista en el Departamento de Justicia. Luego fue trasladada la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), órgano de la Inteligencia militar principal de Estados Unidos, en septiembre de 1985. Se convirtió en la principal analista sobre Cuba. Su hermano y su hermana son agentes del FBI, y su ex novio es especialista en la Inteligencia cubana para el Departamento de Defensa. En 1997 fue condecorada por el entonces director de la CIA George Tenet. Por el día guardaba fidelidad a la bandera de las barras y estrellas. Por las noches pasaba información a sus contactos cubanos desde restaurantes chinos y locales concurridos de Washington, desde un portátil Toshiba, siempre en un código supersecreto.

El 16 de octubre de 2002 Ana Belén Montes desafió a la Corte Federal de Estados Unidos con la lectura de una declaración en la que explica su código ético. «Existe un proverbio italiano que quizá sea el que describe de la mejor forma en lo que yo creo: todo el mundo es un solo país. En ese "país mundial" el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos nuestros "países vecinos"», dijo sin inmutarse. Ana Colón, amiga de la época universitaria, asegura que Montes cuestionaba la política de Reagan hacia Latinoamérica, especialmente el respaldo de Estados Unidos a los Contra en Nicaragua. En aquella época abrazó la causa sandinista.

Lucy Montes no se sorprendió cuando le informaron del arresto de su hermana y se la describieron como una espía de Cuba. Curiosamente Lucy, que recientemente ha concedido una entrevista para decir que ante todo Ana es su hermana y la recibirá en casa cuando salga, colaboró en la «operación Avispa», en la que cayeron cinco espías cubanos en 2001, en Miami. La Mata Hari asturiana tiene prohibido hablar con periodistas en la cárcel, medida que no se aplica ni siquiera a condenados a muerte. En una carta enviada a un sobrino, la reina de los espías Ana Belén Montes señala que debe lealtad a los principios y no a ningún país, gobierno o persona.