Gonzalo Anes (Trelles, Coaña, 1931) es director de la Real Academia de la Historia. Doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Historia e Instituciones Económicas, forma parte del jurado del premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales que hoy se falla en Oviedo. Accede a responder a esta entrevista con una condición: no hablar -«no es el momento»- del polémico «Diccionario Biográfico Español» impulsado por la Academia.

-¿Estamos viviendo esta crisis con excesivo dramatismo?

Sobre todo con falta de esperanzas.

-¿Cuál es la dimensión real de la crisis en el contexto de la historia económica?

Como viví el franquismo, y la posguerra civil, y los años cincuenta, creo que desde entonces es lo peor que hemos conocido.

-¿Desde la posguerra?

Desde la posguerra, sí. No me atrevo a hacer comparaciones con épocas anteriores porque es muy complejo y no se puede sintetizar en tres minutos. La posguerra era mucho más grave que ahora en cuanto que había muchísima gente que pasaba hambre. Y muchos daños de la guerra que era necesario reparar. Pero había una ilusión en que las cosas mejorasen. Ahora no veo esa ilusión: somos muy pocos los optimistas. Soy unos de ellos.

-¿Optimista?

Baso mi optimismo en que tengo una gran confianza en los españoles, en que hay mucha gente que crea y que está deseando invertir, y en que es cuestión de meses ver el cambio. Creo que dentro de un año el panorama general será distinto.

-¿De dónde han de venir los impulsos para la recuperación?

Lo primero, de la libertad de iniciativa: que la gente pueda invertir con las menores trabas posibles, que se creen empresas... Eso de que los gobiernos tienen que crear empleo es una fábula para analfabetos. Lo que tienen que hacer los gobiernos es legislar de la manera que favorezca el despliegue de las iniciativas privadas. El trabajo lo crean los pequeños, medianos y grandes empresarios.

-¿No tiene la impresión de que recetas liberales como esas que usted propone son las que han llevado a esta situación?

Las recetas liberales nunca fracasan si de verdad se aplican. Es una falacia eso de que el hiperliberalismo es lo que nos ha traído hasta aquí. ¿Dónde ha habido hiperliberalismo en la Europa contemporánea? En ningún sitio. Que la iniciativa privada es la que crea riqueza y empleo es algo que está demostrado por la Historia. Nunca los gobiernos han intervenido tanto como en el último siglo.

-¿O sea, que la crisis es consecuencia del intervencionismo?

El intervencionismo y gastar más de lo que se puede. El déficit es y ha sido el cáncer de la economía española y de los países europeos que sufren la crisis.

-¿Las medidas que están aplicándose son adecuadas o también pecan de intervencionismo?

Pienso que son adecuadas, lo que pasa es que son pocas. Hay que reducir el sector público, ya sé que no puede ser de forma repentina; y hay que gastar menos de lo que se ingresa. Aumentar los ingresos vía impuestos es negativo. Puede ser justificable a corto plazo, pero a medio y largo no tiene justificación alguna. Donde mejor está el dinero es en manos de los que lo han ganado, porque le darán un uso que, beneficiándolos a ellos, beneficiarán a miles y miles de personas. Nadie puede enriquecerse solo. Tiene que asociar gente a su proyecto y remunerarla de forma adecuada.

-¿Puede triunfar en España una figura como la de Beppe Grillo en Italia?

Confío en que no.

-¿De ésta nos sacan el PP y el PSOE?

Pues sí. Llegando a acuerdos de verdad. Tienen que ceder los dos, y sobre todo inspirar confianza, más uno que otro.

-¿Usted de cuál se fía más?

Del PP. No tengo por qué disimularlo.

-Vamos a la Historia. ¿Ha leído la biografía de Carrillo que acaba de publicar Paul Preston?

Sé de su contenido, pero no la he leído. La Academia de la Historia, y yo como su director, conmemoramos en el año 2000 los veinticinco años de democracia. Organizamos un ciclo de conferencias en el que intervinieron unos 60 ponentes. Uno de ellos, Santiago Carrillo. Recibí entonces muchas cartas, todas firmadas, protestando por que la Academia le llevara a su salón de actos. «Mi padre fue asesinado en Paracuellos...», «mis hermanos no sé qué...», cartas de ese género. Yo estaba con miedo a que cuando apareciese Carrillo en el estrado hubiera algún silbido o abucheo. Sube al estrado Carrillo, ve la sala, se queda mirando y se dirige al público: «Hay que ver lo que ha cambiado España. Ha cambiado tanto como para que yo pueda estar aquí». Esto es una primicia, nunca lo ha publicado nadie. Yo le tengo a Carrillo respeto, en primer lugar porque, aunque no tuve trato con él, sí tuve conocimiento desde hace muchos años... Y no sigo.

-Hay libros de historia que parecen ajustes de cuentas.

En historia, hay dos clases de investigadores: los que tienen mentalidad de abogados acusadores y los que tenemos vocación de abogados defensores. Yo tengo vocación de abogado defensor. Hay quien elige: «A ver qué personaje histórico está más denostado y desprestigiado. Ah, éste. Pues yo voy a contribuir a desprestigiarlo todavía más». Yo no. Yo he estudiado y defendido a Carlos II el Hechizado y a Isabel II. Hay múltiples aspectos positivos en sus reinados.

-¿Cómo ve la situación actual de la monarquía española?

Se está insistiendo en cuestiones importantes, pero accesorias en cuanto a la institución, y confío en que una mayoría de españoles considere que gracias a la monarquía parlamentaria hubo una transición política que es ejemplar en el mundo y que España tiene en nuestro Rey un valedor mundial de primer orden. Además, hay que pensar en las grandes ventajas de la monarquía en cuanto al automatismo en la sucesión y el que esté por encima del juego de los partidos políticos.

-¿Debería seguir don Juan Carlos el ejemplo de Beatriz de Holanda?

No, no tenemos esa tradición aquí, en España.

-¿Se fía del Príncipe Felipe?

Tiene una gran preparación, es una persona admirable en todo y es una de las garantías de la monarquía española.