Oviedo, Eduardo GARCÍA

Cuando la presidenta de la sesión tomó el mazo y dando un rotundo golpe sobre la mesa lanzó su «Inscríbase», la delegación española en Quebec (Canadá) dio un salto de alegría. Adolfo Rodríguez Asensio, actual director general de Patrimonio, recuerda aquellos momentos con emoción. La candidatura del arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica, incluyendo cinco santuarios asturianos, acababa de recibir el visto bueno de la UNESCO para convertirse en Patrimonio Mundial de la Humanidad. La Peña (Candamo), Tito Bustillo (Ribadesella), Llonín (Peñamellera Alta), La Covaciella (Cabrales) y El Pindal (Ribadedeva) pasaban a un estadio superior de reconocimiento cultural internacional. Fue el 7 de julio de 2008. Hoy se cumplen cinco años.

Las cinco cuevas asturianas formaban parte de un conjunto de 17 referencias rupestres, junto a las de Cantabria y el País Vasco. En Asturias están documentadas 50 cuevas con arte paleolítico, un asombroso patrimonio «poco conocido, poco valorado y, por tanto, poco respetado», en palabras del propio arqueólogo Rodríguez Asensio.

Cinco años después el debate sobre la situación de las principales cuevas asturianas, su futuro y la estrategia de conservación sigue más que vigente. La cueva de El Pindal está abierta todo el año, las cuevas de Candamo y Tito Bustillo abren estacionalmente. Bustillo, ocho meses; Candamo, poco más de tres. Llonín y La Covaciella permanecen cerradas.

Es un modelo que hay que cambiar, dice el director general de Patrimonio. «La protección es nuestro primer objetivo, pero entiendo que es difícil que desde los ayuntamientos se entienda una decisión de reducción de cupos de entrada o simplemente de cierre», señala Asensio.

Hay cosas claras. La Covaciella seguirá cerrada hasta que se complete un estudio en condiciones. «No estamos en condiciones de abordar una apertura» en un entorno que estuvo cerrado de forma natural durante doce mil años. Y El Pindal «no tiene sentido» que esté abierta todo el año. «Hay semanas de invierno donde el número de visitas es mínimo».

Llonín es otro cantar. En Llonín se sigue investigando, y el entorno, obviamente, no está urbanizado para acoger visitantes, pero Rodríguez Asensio se plantea a medio plazo su apertura al público, «que debería ser muy limitada, porque no es una cueva que ventile muy bien. A mí no me preocuparía en exceso una apertura en período muy corto y con grupos muy reducidos». Muchos se sorprenderían de lo que Asensio califica de «orgías de rojos», una cueva increíble al alcance, por el momento, de unos pocos privilegiados.

Entre el descubrimiento de El Pindal (1908), y el de La Covaciella, en Cabrales (1994), pasaron 86 años. A Candamo la maltrataron hasta niveles inverosímiles. Adolfo Rodríguez Asensio se recuerda de niño visitando la cueva en una excursión escolar, y a un guía rascando con un palo las pinturas rupestres para marcar los perfiles. En Candamo se celebraron hasta misas. «Hoy está espectacular, pero si en su momento no se hubiera tomado la decisión de cerrarla durante quince años, Candamo no existiría ya», asegura el arqueólogo.

Hace unos meses se sacaron de la cueva veinte toneladas de escombros, producto de las desafortunadas obras de adecuación que a lo largo de los años habían permitido que se pudiera visitar hasta en tacones. Pero a qué precio. «Candamo no había sido limpiada nunca», recuerda Asensio, quien valora la sensibilidad y el esfuerzo del Ayuntamiento local para respetar el valor de una cueva que es un tesoro.

Con el tiempo hemos aprendido. Cuando unos vecinos descubren por casualidad las pinturas rupestres de La Covaciella, la cueva se cierra a cal y canto desde el primer momento. Quizás eso la salvó de la quema.

La declaración de Patrimonio Universal responsabiliza y obliga. En este 2013 Asturias preside una comisión de seguimiento en la que están presentes las tres autonomías y el Ministerio de Cultura, además de un representante del Museo de Altamira. En realidad las 17 cuevas seleccionadas se convirtieron hace hoy cinco años en una ampliación de Altamira, que ya era Patrimonio de la Humanidad desde 1985. Es preciso enviar un informe anual sobre conservación.

«Nunca hasta ahora hemos tenido ningún problema», pero hay mucho por hacer. «En materia de conservación no hemos retrocedido, pero los pasos han sido tímidos» reconoce el director general de Patrimonio.

Se conocen al detalle las mediciones de temperatura y humedad, entre otras variables, en el interior de las cuevas, pero «el paso siguiente y el gran reto es lograr un protocolo que nos permita decidir, más allá de las apreciaciones subjetivas de cada cual, los cupos de visitantes y el cierre», explica Asensio. «¿Sufre más Candamo con 45 visitantes que con 25? Pues, es una pregunta que, sinceramente, no puedo contestar».