Gijón, Sara ARRANZ

Asturias es pura magia en la boca de David Madrazo. Este experto en fenómenos paranormales, que ha participado en programas televisivos y ha escrito artículos en revistas temáticas, es el santo y seña de los «expedientes X» de la región, gracias a su trabajo para dar a conocer misterios sin resolver. El gijonés acaba de publicar un libro con leyendas populares escalofriantes que han pervivido, de generación en generación, en muchas aldeas de numerosos concejos. «De esta forma, quiero que los ciudadanos conozcan sus orígenes y, de paso, atraer turistas a lugares recónditos», señala, al destacar algunas de las historias más escalofriantes para LA NUEVA ESPAÑA. «En esta tierra, lo oculto siempre nos ha apasionado», añade.

l San Antolín de Bedón (Llanes). Madrazo explica que el monasterio de San Antolín, junto a la desembocadura del río Bedón, está rodeado de misterio debido a dos leyendas contradictorias en torno a la figura de don Munio Rodríguez Can, «un descendiente del Cid». Una de ellas relata cómo este hombre, en plena cacería de un enorme jabalí, se topó con una cueva junto a la actual ubicación del templo, donde se le apareció San Antolín en medio de una gran luz. Tras esta visión, decidió fundar el monasterio con el nombre del santo. La otra versión de la historia presenta la cara más oscura de Munio, quien se habría encaprichado de «la huérfana de San Antolín», a la que habría intentado forzar en varias ocasiones. «El noble acudió una noche hasta la casa de la joven, donde la encontró junto a su prometido, un caballero de las Cruzadas. Lleno de ira, asesinó a la pareja. La consecuencia fue que los espíritus de ambos le persiguieran de por vida. Por eso, en penitencia, fundó el monasterio», dice el autor de libro, que destaca la existencia de varios antiguos escritos sobre las psicofonías causadas por «La loca», una mujer vestida de blanco que ronda el lugar desde entonces. «En esta misma zona también se encuentra el Pozo del Bedón o el Pozo de las Ánimas. Las leyendas de los vecinos del pueblo cuentan que se han visto espectros al fondo», indica el gijonés.

l Ribadedeva. El joven señala que la ruta de San Emeterio del concejo oriental cuenta con un gran potencial mágico. «A lo largo de su recorrido nos encontraremos con una fuente a la que la sabiduría popular atribuye aguas curativas», dice. Por este motivo, todos los años se realiza, a principios de marzo, una procesión hasta el manantial, que comienza junto al pequeño templo dedicado al santo. «Los participantes acuden portando ramos de flores y botellas para llenarlas de agua y darlas como regalo a familiares o quedárselas para ellos mismo, pues creen que sus facultades curativas son milagrosas, especialmente para la sanación de fracturas», dice el experto.

l Monte Cubera (Villaviciosa). Madrazo advierte de que los aquelarres o ritos de brujería eran muy frecuentes en este monte de Villaviciosa. «La escasa cantidad de fuentes bibliográficas que hablan sobre estas técnicas de brujería no nos permiten concretar en qué zona precisa se reunían los participantes en estos actos», subraya. Aun así, destaca la existencia de una ruta que transita por siete capillas construidas para ahuyentar a estas brujas durante la Edad Media.

l Villanueva de Oscos. Este concejo tiene un «temperamento muy mágico y especial debido al monasterio de Santa María», explica Madrazo. En su origen, el inmueble pertenecía a la orden benedictina, pero después de veinte años pasó a ser propiedad de la cisterciense. Estos monjes, junto a los templarios, se encargaban de promover el culto a la Virgen en el Occidente asturiano. «Pese a que despuntaban por su benevolencia, se han encontrado unas cárceles en el monasterio, debajo del río, donde se practicaba la muerte de los reclusos por ahogamiento, frío o hambre», señala el escritor. A un kilómetro del lugar, se encuentra «La piedra del tesoro», con forma humana. «La tradición dice que las personas que se tumban sobre ella, son capaces de acercarse a un tesoro», añade.

l Santa Eulalia de Oscos. La ruta de «La Seimeira», una senda que conduce al «Valle del Desterrado», es la joya mágica de este concejo occidental. «Por la zona aún se conoce la leyenda de un alma errante. Un alma que fue desterrada a un lugar en el que no se escuchara el sonido de las campanas, ni los ruidos del pueblo, ni el cantar de un gallo», explica Madrazo. La tradición vincula esta extraña presencia con el asesinato de un cura por negarse a retrasar una misa a la que un noble quería acudir. «Unas versiones cuentan que fue el propio noble y, por eso, se le desterró y no se le mató. Otras cuentan que fue el vasallo, por orden de su amo, pero no había autoridad en el pueblo suficiente para ejecutar el asesinato y por eso se le desterró. En la actualidad, mucha gente del lugar asegura que el alma errante del desterrado, vaga por el valle de La Seimeira», indica el especialista.

l Grandas de Salime. En la Xorenga, en el pueblo de Gestoselo, se levanta una gran roca de pizarra oscura en cuya superficie se encuentran unos extraños petroglifos (grabados obtenidos por descascarillado o percusión, propios de pueblos prehistóricos). Sus formas son simples, pero son indescifrables. Los símbolos que aparecen en la pizarra son 50 formas esféricas (cazoletas), de diferentes tamaños y profundidad, unidas por un canalillo. Al lado, se encuentran tres seres antropormorfos. Madrazo cita, entre las distintas hipótesis que se barajan sobre el posible significado, su relación con algún tipo de culto a los astros.

l Covadonga. En esta zona de eminente tradición mariana, las leyendas sobre la batalla triunfal del rey Pelayo monopolizan las creencias populares. Una de las historias más divulgadas señala que la Virgen apareció en la batalla recogiendo las flechas árabes con la mano para que no alcanzasen a los guerreros locales. Otra relata que también apareció el apóstol Santiago en su caballo blanco, luchando contra los invasores. «Por otro lado, existe la creencia de que la cruz cristiana se apareció en el cielo durante la contienda portada por la figura de un antiguo rey cubierto con una capucha y lágrimas en los ojos, que presenciaba la victoria de Pelayo», relata Madrazo. «Todas estas historias mágicas forman parte de nuestra idiosincrasia y, como tal, debemos conservarlas», remata.