Pepe G.-SAAVEDRA

«Funcionamos porque tenemos mucha confianza los unos en los otros», afirma el ovetense Pablo Villena, uno de los integrantes del grupo de rescate de Bomberos de Asturias. Este cuerpo especializado, compuesto por tres pilotos, cinco médicos, seis bomberos rescatadores y cuatro mecánicos, recibirá el próximo 8 de septiembre la medalla de plata de Asturias. Los especialistas agradecen el galardón a la administración regional, que creó y apostó por el servicio profesional, y también «a los integrantes del equipo que ya no están con nosotros y son igual de importantes».

«Comenzamos como voluntarios y se fue profesionalizando nuestra labor», comenta Nacho Fernández, un gijonés que lleva desde que se fundó el grupo, en 1989, como rescatador. «Somos amantes de la montaña y veíamos que si nos pasaba algo, nadie vendría a rescatarnos. Nuestras vidas dependían solo de nuestros compañeros en aquellas salidas», sostiene Fernández.

La diferencia que marca este servicio con algunos similares del resto de España es que un médico está integrado en el grupo. «Hay servicios parecidos al nuestro pero no como éste, es único en todo el país», explica Villena. «Por mis gustos por la montaña y hacer cosas nuevas acepté el puesto», comenta Juan Figaredo, doctor gijonés del servicio. Figaredo decidió colgar la bata y cambiarla por un arnés para salvar vidas en la montaña.

«Cuando hay que hacer un descenso, ellos son mis ojos a la hora de manejar el helicóptero», sostiene el piloto zaragozano Guillermo Sáenz, en relación a sus compañeros de equipo. «La gente confiesa que se relaja mucho cuando escucha las hélices del helicóptero», indica Sáenz, que lleva tres años en el grupo. Ha visto muchas situaciones desagradables. «Ir un día con sol a sacar a una chica guapa que se torció el tobillo es muy bonito, pero eso es algo que nunca me ocurrió», añade Nacho Fernández. Todos coinciden en que los rescates «más duros psicológicamente» son aquellos donde hay niños.

Han vivido situaciones complicadas. Pablo Villena cuenta una: «tuve que descolgarme 200 metros para descolgar a un parapentista. No podíamos acercar el helicóptero, el hombre corría el riesgo de caerse por el viento que levantan las hélices». Y añade: «cuando la gente te felicita, la mayoría lo hace por el trato recibido no por el rescate. Si este trabajo te gusta, recompensa mucho». El grupo de rescate de Bomberos de Asturias espera con ilusión al 8 de septiembre para recoger una medalla que «llega por sorpresa» pero que les llena de «orgullo».