-Abuela, ¿cuántos años tiene?

-Muchos. Nací en 1913... Dentro de poco haré los 100.

Lo cierto es que la carreñense Gloria Rodiles «Sierra» dejó ayer el número 99 para entrar a formar parte del selecto grupo de abuelas centenarias de Asturias. Junto a su familia sopló las velas de una tarta que supo más a recuerdos que a bizcocho. «Iba al baile todos los domingos. Me encantaba. Me movía muy bien y los mozos no me dejaban perder ni una sola pieza», dice pausadamente, mientras acaricia con suavidad a su gata «Chispitas» y contempla cómo han pasado los años por su amiga Pilar Fernández, con la que pudo reencontrarse ayer, después de veinte años, gracias a LA NUEVA ESPAÑA.

Y es que Gloria Rodiles no es la única mujer con años de historia de El Montico, en Ambás (Carreño). Su vecina Pilar Fernández, «la de Pachón», como así es conocida en el pueblo, tiene 98 años y ya va camino de los 99. Pero, eso sí, energía y salud, como ella misma dice, no le faltan. Y algo tendrá que ver en ello El Montico, porque este enclave carreñense tiene a otro superabuelo: Manolo «el Cestero», que cumplirá los 100 en noviembre pero que ayer no pudo atender a este periódico por su frágil estado de salud. Aun así, está claro que esta parroquia tiene que tener escondido, en algún lugar y bajo llave, el secreto de tantos años de vida. ¿Lo tendrán las abuelas Gloria y Pilar?

«¿Secreto? No hay. Trabajábamos mucho», afirma la más «jovencita» de la dos. «Sí, cierto. Trabajaste mucho, Pilar», interviene Gloria para pasar a contar, después, cómo fue su juventud: «Yo me levantaba a las cinco de la mañana para segar, tenía que subir a darles de comer a mis padres y luego atender mi casa», relata, sin olvidarse, de esos largos caminos con el carro hasta San Andrés y de lo mucho que la ayudó su marido, José Ramón, al que llamaban «Cabo» y que falleció hace treinta y seis años. «Era muy bueno», recuerda. Aun así, «trabajé mucho, mucho. Nada tiene que ver con las jóvenes de hoy en día, que son una "folgazanas"», dice tajante esta mujer centenaria a la que le tocó vivir también la crueldad de la Guerra Civil, donde perdió no sólo a un hermano, sino también a su novio. De hecho, «siempre la conocí vestida de luto», declara su hija Conchita Fernández.

Después de tanto sacrificio en el campo y años de penas, estas dos mujeres aseguran que viven ahora como «señoras». «Me gusta pasear, estar al sol y mandar», señala Pilar, entre risas. Y lo que más: «estar en la huerta. Planto de todo; hasta azafrán. Porque eso de estar dentro de casa... nada, nada», reconoce esta vecina, cuya mayor ilusión es estar en la calle, al aire libre. Pero, eso sí, en Carreño. Justamente de lo que disfruta Gloria, pero en pequeñas dosis los fines de semana. «No puede caminar, así que ahora vive con mi madre en Gijón. La lleva todos los días al parque de paseo, pero da igual, a ella lo que más le gusta es estar aquí», explica su nieta, Conchi Ferrero. «Yo quiero vivir en la aldea», interrumpe la conversación la cumpleañera. Porque «echo de menos todo. Nací aquí, me crie... Que me den la aldea y no la población», comenta rodeada del verde, las gallinas y los gatos con los que siempre creció.

Y en ese paisaje celebró ayer sus 100 años de vida, al lado de sus hijos, nietos, bisnietos y su querida amiga Pilar, con la que escribió esta historia centenaria en un pueblo de centenarias, que Gloria y Pilar siempre llevan en el corazón, aun estando lejos de él.