Ignacio PULIDO

Ver a un oso en libertad es una experiencia difícil de olvidar. Centenares de personas, españoles y de otros países de Europa, acuden este verano a Somiedo en busca de esa vivencia. El incremento del número de avistamientos anima a los turistas, que suelen irse con un buen sabor de boca. Empresas turísticas dedicadas en exclusiva a ofrecer este tipo de viajes han fijado su atención en el parque somedano. Por su parte, los hosteleros han registrado una subida de las estancias de larga duración. El Ayuntamiento y la Fundación Oso Pardo apuestan por la propuesta. Señalan que es respetuosa con el entorno y con las especies y, a la par, reporta beneficios económicos.

Los navarros Eduardo Ayala y Maite Pérez disfrutan estos días de unas vacaciones en Somiedo junto sus hijos, Luis y Eva. Querían ver osos y reservaron una casa rural en lo alto de La Peral. «La elección del alojamiento fue premeditada. Buscamos el lugar más cercano a los avistamientos», precisan. Se llevaron una grata sorpresa. «Hemos visto osos a diario. El mejor día, cuatro individuos diferentes», señalan.

A escasos metros de la casa rural donde se hospedan se dan cita cada jornada decenas de personas. Pertrechados con catalejos y prismáticos acuden allí para ver a los osos en libertad. Sergio Feito y José Marrón residen en Oviedo y poseen una casa en el pueblo. «Venimos todos los fines de semana. Siempre que podemos, tratamos de probar suerte», aseguran. No obstante, cabe señalar que La Peral es una más entre las muchas atalayas desde las que se puede observar a los plantígrados. «La gente se coloca en los altos o incluso en la carretera. Las esperas se realizan en zonas alejadas de las áreas restringidas del parque», precisa el alcalde somedano, Belarmino Fernández.

John Muddeman y Teresa Farino dirigen la empresa británica «Iberian Wildlife Tours». La semana pasada acudieron a Somiedo en compañía de dos norteamericanos, una irlandesa y once ingleses. Aseguran que la experiencia ha sido muy enriquecedora. «Es el primer año que hacemos esta excursión y estamos muy contentos», señala. El perfil del turista que recurre a sus servicios suele ser el de una persona con estudios superiores y alto nivel adquisitivo. «Hemos registrado diez avistamientos de seis osos diferentes y todos en La Peral», precisan. No obstante advierten de que «la gente piensa que los osos son como las pulgas y es complicado avistarlos». «Les advertimos de que cabe la posibilidad de irse sin ver un solo ejemplar», reconoce.

Muddeman y Farino destacan la labor realizada durante los últimos años por la Fundación Oso Pardo. Ellos y todos sus clientes se han asociado a la entidad durante un año. «Hemos tomado esta decisión porque todo esto no sería posible sin su trabajo. Gracias a ellos podemos venir aquí con nuestro negocio», enfatiza Farino. Ambos empresarios destacan la política conservacionista de Somiedo. «Es lo que más nos gusta. No se interfiere con las especies», recalcan.

La hostelería se ha visto beneficiada por esta propensión del oso a dejarse ver. Herminio Cano, hostelero de Pola de Somiedo, ha incrementado su número de clientes durante el presente verano tras registrar un mínimo en 2011. «Los turistas extranjeros llevan años viniendo aunque cada vez son más», matiza. Franceses, holandeses y británicos se llevan la palma. «Suelen permanecer durante estancias más largas. Lo más frecuente, a día de hoy, es que la gente sólo se hospede unos tres días», afirma. La primera semana de septiembre colgará el cartel de lleno.

Los osos se pueden avistar casi a lo largo de todo el año en Somiedo. Belarmino Fernández señala que los avistamientos van rotando. Así, durante los primeros meses de la primavera es posible verlos, por ejemplo, en las proximidades de Villar de Vildas. Entre mayo y junio en la zona de Urria o Gua. Y a finales de verano, cerca de El Llamardal, La Peral. «Los meses de más calor suelen estar ocultos a la sombra», comenta. Cabe señalar que, hace apenas unos días, una vecina de Pola de Somiedo avistó un ejemplar en la rotonda de acceso al pueblo.

En estas fechas, los ejemplares frecuentan los canchales en zonas altas de cabeceras montañosas. Acuden allí para comer los frutos del escuernacabras. Durante las esperas es posible ver más animales. Tal es el caso de los corzos o los rebecos.

Este año, el parque de Somiedo celebra su veinticinco aniversario. El regidor somedano destaca la labor realizada durante este cuarto de siglo. «Hace treinta años, la gente decía que los osos no llegarían al año 2000. Hemos pasado de unos cuarenta ejemplares a los 200 que hay ahora», precisa y prosigue señalando que los plantígrados han extendido su presencia a otros lugares como el valle del Trubia o Belmonte. «El oso aquí es totémico. Todos los vecinos son conscientes de su gran importancia», comenta.

El éxito de la recuperación del oso pardo y la curiosidad que despiertan los avistamientos ha animado al Ayuntamiento a plantearse la necesidad de regular los miradores oseros ya existentes y de crear otros nuevos. Fernández sostiene que este tipo de turismo contribuye a generar riqueza y no interfiere en la política conservadora del parque. «La Fundación Oso Pardo está realizando una gran labor y la guardería vela para que las cosas se hagan de manera ordenada», comenta.

Fernando Ballesteros, biólogo de la Fundación Oso Pardo, comparte estos argumentos. «Se trata de algo que apoyamos y venimos solicitando desde hace tiempo», manifiesta. Ballesteros señala que existe una demanda de la sociedad para ver al oso en su entorno. Sostiene que este deseo debe ser satisfecho de un modo ordenado, lo que contribuye a conservar el parque y a fomentar la educación ambiental. «Asimismo, los vecinos son conscientes del gran valor del oso. Se contribuye a sostener la economía de Somiedo», explica.

Tras las estribaciones de Penouta, cerca de La Peral, el sol comienza a ponerse. Juan Díaz, guarda del parque somedano, atisba a través de su catalejo a un ejemplar que camina por un canchal en busca de alimento. Decenas de ojos fijan su mirada en él. Mientras, a centenares de metros de distancia, el plantígrado continúa con su rutina, ajeno al interés que él y sus semejantes despiertan.