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ASTURAMA

Hogares sin apenas compañía

"Te acostumbras a vivir así", aseguran los miembros de familias reducidas en Asturias, la provincia con menos habitantes por casa debido al envejecimiento y la baja natalidad

Francisco Menéndez y María Teresa Méndez, en Tapia. Tania Cascudo

Asturias, la región más envejecida de España, registra el menor índice provincial de habitantes por hogar, con una media de 2,34. Entre los que tienen más de un miembro, casi un tercio -el 31 por ciento- corresponde a parejas que residen solas, el porcentaje más alto del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística.

El número de casas unipersonales creció casi un cincuenta por ciento en la primera década del siglo, pasando de 83.542 en 2001 a 124.397 en 2011. Los asturianos que viven con poca compañía destacan que gozan de una "mayor autonomía personal", aunque también tienen que hacer frente a la soledad en demasiadas ocasiones.

Si se mantiene la tendencia actual, Asturias será en 2023 la región con más habitantes mayores de 65 años, con 65 residentes potencialmente activos por cada 100 en edad laboral. Envejecimiento y baja natalidad van de la mano y conforman un panorama demográfico en declive. En la práctica, la realidad de esos hogares poco poblados es variada. La soledad no buscada resulta atractiva para algunos, pero cuando viene impuesta por las circunstancias no parece tan apetecible.

Al ovetense Ezequiel Fernández vivir sólo no le causa traumas. "La verdad es que haces lo que te da la gana y te organizas como quieres, es cierto que a veces hablo solo", comenta con humor. Se ha casado tres veces y tiene seis hijos. Hoy por hoy, considera impensable hacer convivir a varias generaciones bajo el mismo techo. "Antes, los padres tenían autoridad, ahora no", asegura. "Asturias va hacia ninguna parte, es el prototipo de pueblo que vivió de la subvención".

David Fernández y Yolanda Martínez, de Grado y Salas, respectivamente, son el prototipo de matrimonio treintañero sin hijos, al menos de momento. Residen en una nueva zona de expansión ovetense, rodeados de otras parejas similares. Él, maestro de 37 años, tiene claro el diagnóstico. "Precisamos medidas de conciliación de vida laboral y familiar, como en otros países de Europa donde tienen guarderías en las empresas y los horarios son más favorables a la familia", afirma. Ve complicado hacerse cargo de la crianza de un hijo sin apoyo familiar. "Entre otras cosas, no todo el mundo puede permitirse una guardería", asegura. El paro es, a su juicio, otro de los grandes lastres para impulsar la demografía regional. "Lo principal es que haya trabajo, los jóvenes se independizan muy tarde y eso retrasa la llegada de los hijos", subraya. "Es cierto que nos volvemos muy cómodos, pero nosotros no nos cerramos a ello ni mucho menos", añade.

Su mujer, de 33 años y administrativa en Avilés, lo corrobora. "A nuestra edad, nuestros padres ya tenían la familia formada, la coyuntura actual hace que la gente se lo piense más", señala. Considera que desde la reconversión industrial de los años ochenta las posibilidades de encontrar un empleo en Asturias cayeron en picado. "Ni siquiera nos beneficiamos del crecimiento demográfico que provocó en los años de bonanza la llegada de inmigrantes a España", sentencia. La dispersión de los núcleos rurales y el éxodo femenino que arrastra el campo asturiano desde hace décadas tampoco alientan la creación de núcleos familiares con niños. "El recambio generacional es importante, sin duda, pero al final cada uno mira sus circunstancias e intereses", argumenta Yolanda Martínez.

En Llanes, a sus 35 años, Carlos Herrero lleva una década viviendo solo. Disfruta de independencia económica desde los 17 años y su vida laboral ha estado ligada hasta la fecha a los dos sectores que copan la actividad económica del municipio: la hostelería y la construcción. Desde hace dos años regenta un bar situado en la capital del concejo en compañía de su novia. Pese a tener negocio propio y pareja estable, a corto plazo no se plantea dejar su piso de soltero y diseñar un proyecto de futuro junto a su novia que incluya la formación de una familia. "Ahora mismo eso es inviable por la crisis", dice.

María Teresa Méndez -tapiega de 66 años- y Francisco Menéndez -moscón de 70 años- se casaron hace 41 y desde entonces viven solos. No tuvieron hijos y, tras pasar una temporada en Luarca y otra en Salas, terminaron por establecerse en Tapia, donde residen en el barrio de San Blas. Ambos reconocen que en su juventud las casas solían estar más llenas de gente, pero ahora son muchas las personas de su entorno que viven solas, como ellos. "Te acostumbras y aprendes este tipo de convivencia", dice Méndez. En su caso, la familia cuenta también con un tercer inquilino, su perro "Pancho". Un tipo de acompañante muy habitual en los hogares poco poblados, cada vez más frecuentes en una región cada vez más envejecida.

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