Son muchos los sentimientos que en este momento pasan por mi cabeza. Pero por encima de todos ellos destacaría el de gratitud. Me siento muy honrado y agradecido a Compromiso Asturias XXI por haberme incorporado como socio de honor. Desde el mismo momento en el que nacemos, establecemos un vínculo muy profundo con nuestra tierra. Por circunstancias de la vida, muchas veces nos alejamos de la misma. Por eso es de agradecer y elogiar proyectos como el vuestro, que buscan fortalecer estos vínculos y caminar juntos por el progreso de Asturias. No me cabe la menor duda de que en Asturias hay talento y que juntos somos mucho más fuertes que separados.

Compromiso Asturias XXI ha elaborado una estupenda "guía de buenas prácticas para Asturias", una especie de hoja de ruta. Con el nombramiento de socio de honor, hoy ratifico mi compromiso con Asturias y con esta Asociación. Por eso, y con vuestro permiso, creo que es un buen momento para escribir unas modestas líneas en vuestra hoja de ruta. En este caso estarán referidas a mi ámbito, el de la Ciencia y la Tecnología.

El descubrimiento de América en 1492 por Cristóbal Colón fue uno de los acontecimientos más importantes en la historia de Europa. Nos abrió las puertas al comercio, pero también a la imaginación y la inspiración. Allí se esconden algunos de los ecosistemas de innovación más prolíficos del planeta. Si queremos hacer avanzar nuestro país hacia la vanguardia científico-tecnológica, deberíamos fijarnos en estos ecosistemas. Ciertamente, la mejor manera de hacer buena Ciencia es tratar de imitar a los que mejor la hacen.

La Ciencia, el quehacer metódico y creativo en pro del avance del conocimiento, el esfuerzo por poner los descubrimientos al servicio de la sociedad, es una de las más nobles actividades del ser humano y uno de los legados más valiosos que podamos dejar a las futuras generaciones.

La Ciencia trata de responder a interrogantes eternos y de conocer y entender el mundo que nos rodea. La Tecnología tiene como fin mover ese conocimiento hacia aplicaciones prácticas en beneficio de la humanidad. Las dos se necesitan y benefician mutuamente. En el año 1861, Estados Unidos se propuso crear un espacio único donde, por primera vez, pudiesen convivir en armonía la Ciencia y la Tecnología. Con esa idea en mente nació el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), un fantástico vivero de empresas tecnológicas, que suponen un gran impulso a la riqueza y economía del país.

Universidades, centros tecnológicos y empresas caminan juntos en todo ecosistema de innovación eficiente. El MIT es un ejemplo que sirve para poner de manifiesto el papel crucial de los centros tecnológicos en la transferencia del conocimiento. Ciertamente, el trinomio Ciencia-Tecnología-Empresa representa un feliz matrimonio, un sinergismo en el que el todo es mucho mayor que la suma de sus partes.

La Ciencia es una fascinante aventura intelectual y como tal merece ser contada. Los científicos tenemos que decir al resto de colegas, y a la propia sociedad, qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. El conocimiento acumulado por generaciones de investigadores traza un mapa de lo conocido, cuya geografía podemos recorrer. Pero en algún momento alcanzamos sus límites y ahí comienza el viaje de verdad. En esencia, la búsqueda del conocimiento científico reside en aventurarse por esos caminos inexplorados, aún conscientes del riesgo inherente. En Estados Unidos, y en especial en el MIT, gustan los proyectos de alto riesgo. Sí, esos que tienen grandes posibilidades de fracasar, pero que de consolidarse pueden cambiar el rumbo de la Historia. Apostando por proyectos de alto riesgo emergió el GPS, el láser, internet o la telefonía móvil por citar algunos ejemplos. En cualquier caso, si el proyecto fracasa, nunca el tiempo es perdido. Esos "fracasos" habrán servido para generar conocimiento científico y para allanar el camino a futuros descubrimientos. Bill Gates apuntaba: "Si en su empresa todos los proyectos han triunfado, es que algo ha fracasado". ¡Ciertamente, el fracaso es el prólogo obligado del éxito!

Actualmente investigo en el Instituto Tecnológico de Materiales de Asturias. Me siento orgulloso de pertenecer a este Centro y tener como compañeros a grandes profesionales, capaces de sorprender con innovadores desarrollos tecnológicos a los retos de la sociedad y la empresa. En mi modesta opinión, creo que desde Asturias es posible hacer Ciencia y Tecnología. Una vez más, debemos buscar la colaboración, más que la competición, dentro y fuera de nuestras fronteras. Asturias y España deben estar abiertas al mundo y, en la medida de lo posible, importar los mencionados modelos de innovación exitosos. Tengo la firme convicción de que "sólo las sociedades que apuesten por el trinomio Ciencia-Tecnología-Empresa, y que incorporen un porcentaje significativo de proyectos de alto riesgo, serán protagonistas del futuro". Ciertamente no es tarea fácil, incluso puede sonar utópico para nuestra pequeña Asturias. Pero las utopías también sirven de impulso y estímulo. Como diría Eduardo Galeano: "La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos más. Camino diez pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar".

Compromiso Asturias XXI lleva caminando con paso firme y seguro durante seis años. Sus proyectos y resultados la avalan. Aún así, estoy seguro que lo mejor está por llegar. Quiero terminar reiterándoles mi gratitud, apoyo y reconocimiento. A todos ustedes, muchas gracias.